Un ojo vivía en el campo y a todos les decía que, aunque era sólo uno, su visión era mejor que la de cualquier hombre; y que su capacidad de intuición era única e infalible. Un día se presentó ante él una mujer jóven y hermosa; quería que el Ojo-Oráculo predigiese si era conveniente que ella se casara con Apolodro de Aquitania, el jóven más bello y rico de toda la región. El Ojo, sin dudar pronosticó augurios favorables y muchos hijos. La doncella se retiró feliz con la decisión ya tomada. Al otro día, un jóven fue a consultar al Ojo-Oráculo sobre su futuro laboral en Bretaña, pues quería saber si debía aceptar el trabajo que como armador le habían propuesto. La respuesta del Ojo fue concluyente. Ganarás mucho dinero y vivirán muchos años en plenitud y con gran felicidad.
Meses después se presentó ante él la jóven que había consultado por su futuro matrimonio. La mujer ya no poseía el rostro radiante que, como novia ilusionada, llevaba cuando fue al Ojo-Adivino.
Maldito adivino, le dijo la princesa, el Duque de Aquitania no era el hombre maravilloso que me habías descrito. El me ha golpeado hasta aburrirse. Mira el rostro cómo me lo ha dejado: tengo el lado izquierdo muerto. Jamaz hubiesemos podido tener hijos: ¡Era impotente!. Cuando la mujer se disponía a retirarse, se presentó el otro jóven que le había consultado por su fututo laboral. ¡Ojo desgraciado! profirió el jóven. Me prometiste dicha y riqueza. El barco en el que viajé se hundió y por poco me he salvado. El taller se ha incendiado y mi patrón se ha muerto.
De pronto, ambos jóvenes se miraron y se reconocieron. Ada!, pero si eres tú, dijo el muchacho. Eros!, no puede ser posible! Si tanto te busqué...!, confesó la muchacha. Se abrazaron y comenzaron a besarse. Esto es un milagro! Vámonos, vámonos lejos, quiero estar contigo y nunca más separarme de tí.
Momento!, dijo el ojo-Oráculo. Jamaz dije lo que Uds. han puesto en mi boca. Yo predije augurios favorables y muchos hijos, dinero y años de plenitud y de gran felicidad.
Sí, tienes razon, tal vez te mal interpretamos, pensando que ello nos sería dado de inmediato, y sin saber que, tal vez, todo lo malo que nos ha sucedido, ha sido necesario para reencontrarnos y ser felices juntos, a partir de este momento. Se despidieron, apaciguada la ira inicial y partieron juntos, de la mano, confiados en su buena estrella.
Al año siguiente, la jóven, se presentó ante el Ojo. Su rostro estaba apagado, y ya no poseía la pasión del año anterior. Triste y cabizbaja se limitó a decir. Ojo: Por qué has jugado con nuestra felicidad?. Nuestro destino ha sido cruel y amargo. Mi amado ha muerto en terribles circunstancias, acribillado en la batalla por tropas enemigas; ahora soy una mujer viuda y espero un hijo que no tendrá padre.
Mujer, es verdad, soy un pobre Ojo, que casi no puede ver. Me he jactado de predecir el futuro, y he ostentado un falso don que no poseo. No obstante, déjame decirte algo: el destino no está escrito. Y, en buena medida, de tí depende que ese hijo alcance la felicidad que tú conociste por tan corto tiempo. Ahora voy a desconectarme y resucitaré en 300 años más.