Cuando volvió en sí, ya era de noche, continuó caminando entre las nubes; hasta que llegó a la ciudad. Miró hacia abajo, al mar de luces que se extendía hasta el horizonte. Allí comenzó a descender.
La luz atravesaba su ingrávido cuerpo dándole más fuerza, a cada paso su cuerpo comenzaba a brillar más, cambiando de color. Corrió hacia el este pasando a unos cientos de metros de los techos de las casas, y cerca de las personas, que hasta el momento ignoraban su presencia.
Poco a poco las miradas desde abajo comenzaron a apreciar el fulgor cruzando el cielo. Él corrió más rápido, sintió la energía que fluía y bajó más, casi hasta tocar las casas y las copas de los árboles. Abajo, los gritos surgían, bocas se abrían y brazos se alzaban. Él corrió aún más rápido, y comenzó a bailar, trepó en el aire, muy alto y giró varias veces hasta dejarse caer en diagonal, hacia el sur. Antes de tocar el suelo escaló de nuevo, alto, muy alto. Y siguió corriendo en vertical hacia las estrellas, entre las cuales se perdió en un instante. |