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¿A dónde vamos?

- No lo sé… pregunte más adelante.

Una multitud marcha por las calles de la ciudad como una lenta caravana incesante. Todavía confuso por los dilatados restos de un sueño intranquilo, me estiro en el balcón para poder determinar su longitud: a ambos lados de la avenida se extiende la misma masa uniforme de gente, sin principio ni fin visible. ¿Cuándo empezó esta congregación de infinitos caminantes? ¿Cuál es el objetivo de esta multitudinaria concentración de peregrinos? Salgo de mi casa y comienzo a caminar a la par de la muchedumbre para averiguar de qué se trata. Pregunto a varias personas y recibo la misma respuesta estéril: “Pregunte más adelante”, por lo que deduzco que quizás me encuentro en un sector demasiado rezagado de la procesión, donde la verdadera razón del peregrinaje se diluyó en algún punto de la fatigada caminata. Trato de abrirme paso entre el gentío y, a medida que me adentro, el camino se hace más denso y cerrado. A mi lado, una mujer que lleva un niño en brazos y que parece entusiasmada con la peregrinación, me contesta:

- No sé adónde vamos, señor, pero de seguro que allá hay algo bueno para todos, algo muy bueno…

No conforme con esto, sigo avanzando como puedo entre la espesura humana buscando una respuesta. ¿A dónde van? ¿Quién los convocó? Nadie lleva nada en las manos, algunos están a medio vestir, es como si súbitamente hubieran dejado de hacer lo que estaban haciendo para asistir a la marcha. “Como yo” pienso. Un indigente tullido camina dificultosamente pero parece feliz de hacerlo:

- ¿Usted sabe a dónde vamos, buen hombre?

- Me dijeron que allá adelante están dando cajas con comida y colchones, señor, mucha comida.

Es extraño, todo esto es muy extraño. Ya algo inquieto por la incómoda situación busco a alguien que sepa el verdadero motivo de la marcha, que parece ser generalizada. Toda la gente que se encuentra en la calle está marchando, y los que recién aparecen se incorporan rápidamente a la procesión. Un anciano que camina con los brazos en la espalda me mira y me hace un gesto de aprobación, como reconociéndome. Pienso que tal vez este hombre pueda ser razonable:

- No sé adónde vamos, joven, y no necesito saberlo. Simplemente…caminamos.

Imposible. Sin dejar de caminar, reflexiono sobre la naturaleza inconsistente de este desatino inexplicable: no puedo entender cómo tanta gente sigue caminando a pesar de que desconocen lo que encontrarán más adelante e ignoran porqué lo hacen, es absurdo e irracional que cientos, miles (quizá millones) de personas actúen de esa manera.
Mientras cavilo en las sinrazones de este dislate, me veo envuelto en una marea de gente que me empuja como la corriente irrefrenable de un río impetuoso, un río de cuerpos que se mueven rítmicamente a través de un cauce incierto o. lo que es peor, como camalotes inertes arrastrados por la corriente artificial de voluntades ajenas. “O simplemente tal vez me empuje mi propio instinto gregario” me digo.

Siento rabia por esa masa ignorante de individuos que avanzan como un rebaño obediente de corderos mansos y toscos, como si una enorme serpiente ciega fuera reclutando escamas vivas a su paso. Lánguidas escamas vivas. ¿Qué oscuros mecanismos se pusieron en marcha para que empiece a girar este engranaje de rasgos autómatas? ¿Qué deseos inconscientes motorizan esta cíclica marcha involuntaria?

Un hombre con el torso desnudo camina con la mirada perdida y una sonrisa dibujada en los labios. Tomándolo del brazo, prácticamente le exijo una respuesta:

- Pero hombre, por supuesto que sé adónde vamos, quién no. Más allá de la horda de gente camina el Mesías, que nos llevará a la tierra prometida.

Ok. Definitivamente todo el mundo se ha vuelto loco. En realidad, toda esta marcha es una gran locura, un descomunal y absurdo despropósito. Pero, entonces… ¿Por qué sigo caminando? Debería detenerme y volver, sí volver. ¿Cuánto llevo caminando? Nadie me obliga a hacerlo, pero sigo avanzando. ¿Avanzando? ¿Por qué utilizo esta palabra? ¿Avanzando hacia qué, si no hay ningún punto de referencia ni rumbo cierto? ¿Avanzando hacia dónde, sino hay un derrotero trazado? Además, ¿quién dijo que avanzamos? ¿Quién sabe si en vez de ir hacia el encuentro de algo no estamos “huyendo” de algo desconocido? Un remolino de dudas se agita en mi débil conciencia. ¿Qué hacer? ¿Debo aceptar este ignoto destino de fantasmas errantes? Pero, si lo pienso, la verdad es que ya caminé demasiado como para volver atrás, y, por otro lado, no creo que falte mucho para llegar a donde sea que vayamos y sea lo que sea que encontremos más allá. Entonces ¿a qué volver? Después de todo, si toda la gente se dirige hacia allá debe ser por alguna buena razón. Sería insensato pensar que toda esta enorme movilización fuera en vano. Me niego a creer que vamos a ningún lado y que todo esto no tiene sentido. Por las dudas, voy a seguir caminando. No sé lo que haya más adelante (o atrás) pero sin duda voy a averiguarlo. Hasta entonces, solo queda caminar y esperar, paso a paso…caminar…caminar…caminar…

Un hombre que recién se incorpora a la marcha y camina a mi lado me pregunta:

- Oiga, usted.

- ¿Si?

- ¿A dónde vamos?

- No lo sé…pregunte más adelante.

Texto agregado el 08-02-2008, y leído por 99 visitantes. (0 votos)


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