Blanco, asediado por Negro, vio todo Gris y sin pensarlo dos veces, eligió el camino en que al final sería Púrpura. Azul, aplaudió y Amarillo resolvió borrarlo de su lista para siempre. Blanco, bajo el Celeste, enderezó a Marrón y su séquito, a Café, a Morado y sus huestes.
Blanco -la carne es débil- conoció a Rojo, este le confesó sus aventuras Marengo y con ello obnubiló a su contertulio. Blanco ya no pudo conciliar el sueño, se afiebró, de Blanco, pasó a ser Gris y de gris a Pardo intenso. Pero, curiosamente, bajo esa divisa, conoció los Fucsia, los Naranjo, los Verde y, por primera vez, supo que esos eran los representantes de la Felicidad, destello breve que alumbra de vez en cuando a las almas, sin que estas atinen a distinguir cuales son las proporciones mágicas que componen esta curiosa y fugaz circunstancia...
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