Hace setenta años aprendí que nuestro planeta es una esfera achatada.
Pero a pesar de ello, hace pocos días quise comprobar si era posible llegar al horizonte.
Puse manos a la obra y conseguí, Perrault mediante, que el gato con botas me prestara sus botas mágicas.
Comencé a caminar sin apuro, pues con mis pasos de siete leguas dejaba atrás el camino sin cansarme.
Con gran asombro, a poco de andar descubrí que podía caminar sobre el agua y que estaba llegando al horizonte en medio del Océano Atlántico.
Me hinqué para mirar debajo de él y ví un mundo totalmente distinto.
Con sumo cuidado logré hacer pie en lo que se me ocurrió pensar, era la parte de abajo de nuestro planeta.
Todo era bastante oscuro, la atmósfera era mucho más pesada aunque no me costaba respirar.
Al mirar hacia arriba descubrí que no existía el cielo.
Caminaba sin ton ni son cuando de repente, vi una procesión muy lenta comandada por un pobre muchacho que llevaba una cruz a cuestas con mucho esfuerzo. Me acerqué y descubrí a Jesús en su viaje al Gólgota. Las visiones se fueron sucediendo y así fue que vi a Carlomagno cabalgando en las Galias, a Galileo lapidado por la iglesia, a Beethoven componiendo su célebre Novena Sinfonía, junto a Schiller que escribía el poema para el final.
Dudé de mi verdadera realidad, porque todos a quienes encontré estaban muertos.
De repente, escuche una voz muy querida por mí:
- Viejo, ¿qué hacés por acá? ¿Los chicos bien?
Quedé embelesado al verla. Después de abrazarla y besarla repetidamente, le comenté mi alocada aventura.
- Quiero quedarme con vos, le dije.
- Debe ser imposible, me comentó.
- De algún modo lo voy a arreglar, dije esperanzado.
Con el corazón latiendo aceleradamente, volví a casa.
Expliqué a mis hijos lo que me había sucedido, les pedí perdón por abandonarlos y volví junto a ella.
Acá estoy ahora, feliz a su lado, terminando este relato en un mundo distinto.
REACCION DE NESTOR :
Me sacó la hoja de mi mano y se la guardó en el bolsillo.
REACCION DE PABLO :
Está muy bueno, ya me lo habías leído en alguna oportunidad.
No te apures, todavía falta para ver a la Mama, quedate un rato más por acá, cuando llegue el momento tendrás la eternidad junto a ella.
Ojo, no se rajen que unos años después vamos nosotros.
Un beso
REFLEXION MIA:
Te felicito por los “hermanitos que tenés”. Un beso. El “viejo” de los tres.
UN MUNDO DISTINTO
Hace setenta años aprendí que nuestro planeta es una esfera achatada.
Pero a pesar de ello, hace pocos días quise comprobar si era posible llegar al horizonte.
Puse manos a la obra y conseguí, Perrault mediante, que el gato con botas me prestara sus botas mágicas.
Comencé a caminar sin apuro, pues con mis pasos de siete leguas dejaba atrás el camino sin cansarme.
Con gran asombro, a poco de andar descubrí que podía caminar sobre el agua y que estaba llegando al horizonte en medio del Océano Atlántico.
Me hinqué para mirar debajo de él y ví un mundo totalmente distinto.
Con sumo cuidado logré hacer pie en lo que se me ocurrió pensar, era la parte de abajo de nuestro planeta.
Todo era bastante oscuro, la atmósfera era mucho más pesada aunque no me costaba respirar.
Al mirar hacia arriba descubrí que no existía el cielo.
Caminaba sin ton ni son cuando de repente, vi una procesión muy lenta comandada por un pobre muchacho que llevaba una cruz a cuestas con mucho esfuerzo. Me acerqué y descubrí a Jesús en su viaje al Gólgota. Las visiones se fueron sucediendo y así fue que vi a Carlomagno cabalgando en las Galias, a Galileo lapidado por la iglesia, a Beethoven componiendo su célebre Novena Sinfonía, junto a Schiller que escribía el poema para el final.
También vi a varios generales y políticos famosos pero para no caer en el mal gusto, voy a pasar por alto el comentario sobre ellos.
Dudé de mi verdadera realidad, porque todos a quienes encontré estaban muertos.
De repente, escuche una voz muy querida por mí:
- Viejo, ¿qué hacés por acá? ¿Los chicos bien?
Quedé embelesado al verla. Después de abrazarla y besarla repetidamente, le comenté mi alocada aventura.
- Quiero quedarme con vos, le dije.
- Debe ser imposible, me comentó.
- De algún modo lo voy a arreglar, dije esperanzado.
Con el corazón latiendo aceleradamente, volví a casa.
Expliqué a mis hijos lo que me había sucedido, les pedí perdón por abandonarlos y volví junto a ella.
Acá estoy ahora, feliz a su lado, terminando este relato en un mundo distinto.
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