Ella y yo
Ella por un lado, yo, por eso otro,
ella esperando, angustiada, por horas,
mientras yo, a la demora
de mi cita, no me enojo.
Ella se sienta, toda bella, con su camisa anaranjada,
con sus codos en la rodilla, viéndome con tranquilidad,
mientras mi corazón arde, porque es otra embarcada
de alguien que dio su palabra y terminó en falsedad.
Ella con cara de enojo y tristeza, yo, no lo sé,
ella amargada, yo, no lo sé,
ella viéndome, como preguntando: “¿por qué?”,
“no sé”, le contestaría, mientras vería sus romanos lindos pies.
Ella se levanta, se sienta, yo me fumo varios cigarrillos,
pasan minutos, el semáforo cambia de luces 120 veces,
y, ninguna alegría a ella mece,
mientras lo sonrío con ironía al destino.
¡Ella y yo!
Completos desconocidos, de una esquina a otra,
tan bella y hermosa,
¿para qué? ¿por qué esperar por horas y horas?
Si, al fin y al cabo, sus ademanes predijeron lo que sucedería.
Ella se dispuso a leer, sin dejar de voltear para verme,
sonriente, porque no se trataba de sentirme embarcado
sino una experiencia más, de esas personas falta de palabra
que jamás sentirán su corazón verdaderamente amado.
¡Ella y yo!
Detallándonos con disimulo, estábamos en la misma situación,
maldiciendo el momento de la angustia,
aunque, yo, sinceramente, ni bolas le paré a la desilusión,
quizás porque ya coraza tiene mi vida mustia.
Ella lágrimas soltó, pero cuenta nadie se dio,
sólo este imbécil, detallista y lleno de filantropía,
me acerqué, y le dije: “ese hombre tu agua santa, no mereció,
así que levántate y te marchas, sin tragarte tantas mentiras”.
¡Ella y yo!
Conversamos, ahí, en el mismo lugar de su encuentro,
me preguntó a quién esperaba, el porqué sonreía,
yo sólo le dije: “cuando se siente de verdad, de adentro
es porque la felicidad es de uno, no depende de otro nuestra alegría.
Ella loco me llamó, que me tomaba todo a la ligera,
además de recalcar que tenía seis meses hablando con él...
“¿Internet?”, pregunté sarcástico, como quien entierra
aún más el puñal, como quien sólo brota de su boca hiel.
“Sí, no lo conozco en persona”, dijo, desilusionada.
“¿Qué tipo puede dejar de venir, a tan bella mujer?”.
“No me levantes el ánimo, que no quiero ser engañada,
te juro que a ningún otro hombre, así, volveré a ver”.
“¿Acaso no has pensado que tenías que estar aquí?
Y, no malinterpretes, pero al menos te conocí,
no a quien esperaba, pero la vida es así,
maldita por unas, bendecidas por otras”.
“¿Esperabas también a una persona desconocida?”.
“Nadie es desconocido, hasta que demuestre lo contrario.
Tú, por ejemplo, ahora serás mi amiga,
y, quizás, en el futuro, hasta una foto juntos pegue en el armario”.
Ella sonrió, yo, no lo sé.
Ella su número telefónico me dio, yo, sonreí otra vez.
Ella se marchó, yo, admiré sus hermosos pies,
y, en esa lejanía, supe, que, como siempre, psicólogo terminé.
¡Ella y yo!
Dos embarcados de la vida, por diferentes excusas,
la mía, ni la sé, porque ni el teléfono me atendió,
la excusa hacia ella, que en algún lugar se perdió,
¡vaya que la gente tiene el alma difusa!
Ella y yo, dos personas engañadas, de alma, presa,
porque amar hoy en día cuesta la desidia,
aún así, somos corazones que la sinceridad espera,
dos amigos, que juntos, las personas envidian.
¿Quién cree en la amistad entre un hombre y una mujer?
Ella y yo... Quizás por el destino que ahí nos llevó
ahora disfrutamos de la soledad, del cine, de la hermandad,
ella viéndome guapo, yo, admirando su belleza espiritual,
también la física, pero sólo entre nosotros existe una amistad.
Ella y yo fuimos engañados por desconocidos;
gracias a mi entrepitura, hoy en día tenemos una amistad hermosa.
cuales indios caminantes, esperando el amor
Dios sabe por qué hacer las cosas...
Ella y yo;
Sinceros fuimos, en un día fortuito,
menos mal veo almas, y no me falla el instinto,
porque de haberme ido, triste, de no ser tan puntilloso,
ella y yo hubiésemos ésta amistad, el sentir hermoso...
Laura... de esos embarques, debemos sentirnos orgullosos.
Dedicado a la amistad verdadera, y, por otra parte, para aquellas
personas que no cumplen con su palabra, y, que, quizás, sólo
quizás, porque nadie es Morocota, se perdieron de algo bello, la
pura franqueza, pero así es la vida. Sólo Dios nos da una oportunidad
en la vida y debemos aprovecharla.
¡Amen!
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