Era más divertido estar en el despacho y hablar por teléfono con usted que mecanografiar informes incomprensibles. Pero claro, no todos los días se puede, y en realidad ninguno se debe. Aún así hoy le eché de menos un poquito, señor, y creo que incluso le mandé un mensaje a su teléfono, pa ver si me invitaba a bocata jamón (calamares hoy no, que ya fue el viernes). Por si acaso había, usted me lo envuelve y me lo guarda que eso no se pone malo.
Y ahora estoy aquí sentado en un viejo Cadillac, segunda mano, tendida a los pies está la ciudad... y me estoy tomando un té de esos míos en copa, por no molestar al chico que está haciendo una pequeña obra en la cocina que me trasladará al paraíso de los que no friegan platos, ni tazas, ni copas, o eso espero. Después de un año en esta casa todavía quedan cosas por hacer.
Ayer domingo colgamos una cortina junto a la cama, que fue casi una obra de ingeniería y por la noche me llegaban olores extraños y empecé a pensar si no habríamos agujereado el cable del módem que pasa justo debajo de donde duermo, y se estaban escapando los mensajes olorosos que me llegan, algunos con archivos de recetas de cocina, de flores, de mar...
Besos, y más rollos en un día en el que hace tanto viento que temo por el limonero, desde aquí lo veo, pobrecito ahí fuera, solo pero aguantando el vendaval, con sus siete limones que no los cojo porque me da gusto vérselos, que los conozco desde que eran flor.
P.D. Es ya martes de madrugada. Lo pensé mejor y le cogí los limones, porque ya es tiempo de flores nuevas. Cuando quiera alguno, son para usted. |