..... Chance estaba desconcertado Reflexionó y tuvo ante sí la imagen empañada de Chauncey Gardiner recortada en un charco de agua de lluvia estancada. Su propia imagen también había desaparecido. Atravesó el vestíbulo. Por una de las ventanas abiertas entraba el aire helado. Chance empujó la pesada puerta de vidrio y salió al jardín: tensas ramas plenas de nuevos vástagos, gráciles tallos cargados de pequeños retoños se elevaban al cielo. El jardín estaba en calma, sumido aún en el reposo. El viento arrastró unas ligeras nubecillas y la luna brilló en todo su esplendor. De tanto en tanto, se oía el susurro de las ramas que, sacudidas ligeramente, dejaban caer pequeñas gotas de agua. Un soplo de brisa descendió sobre el follaje y buscó abrigo entre sus húmedas hojas. Ni un solo pensamiento turbó la mente de Chance.
La paz reinaba en su corazón.
“Desde el jardín”- Jerzy Kosisnki
En el Jardín
El jardín estaba apenas claro, desperezándose, despertándose de la noche. Chance se movía con lentitud arrastrando una manguera por uno de los senderos. Parecía que nada perturbara su calma. Observaba atentamente el fluir del agua, cuando el señor John se acerco a él.
-Buenos días, encantado de conocerlo, señor Gardiner dijo John, al tiempo que tendía la mano para saludarlo – gracias por invitarme a conocer su jardín.
-Yo soy Chance – respondió el saludo con una amplia sonrisa, algo sorprendido.
-¡Como está Ud.! Señor Gardiner.
-Yo estoy muy bien John, mi jardín es un hermoso jardín y me gusta observarlo al amanecer. Cuando me leyeron su carta, tan detallada del estado de su jardín, la curiosidad me llevó a invitarlo y conocerlo, tener la posibilidad de hablar con Ud. Es el primer jardinero que me escribe y que me pide un consejo y por favor llámeme Chance.
-¿Como crees Chance que puedo recuperar mi jardín? preguntó John ansioso.
-Siempre he sido jardinero. He trabajado en este jardín toda mi vida, desde que era un niño. Cuando comencé los árboles no habían crecido.
Trataré de explicarte que es lo que pienso. Mi historia la conoces y quizás te sorprenda mi elocuencia; estos últimos años, la televisión me ha ayudado muchísimo. ¿Sabes? es el único contacto que tengo con tu mundo - contestó Chance con prudencia.
John se sentía temeroso. Obviamente no tenía escapatoria. Estaba seguro que de la boca del jardinero escaparían verdades que quizás siempre trato de evitar escuchar.
-Las plantas y las flores son como las personas John, tienen necesidad de ser cuidadas para vivir, para sobreponerse a las enfermedades y también para morir en paz.
Tu vida de jardinero no ha sido buena. Has confundido el bien con la seguridad y has subestimado los sentimientos de tus flores. Jamás has querido ver mas allá de tus ojos, tal vez inconscientemente te traicionaste a tí mismo. Te tendiste una emboscada y caíste en ella. Las flores difieren de las personas en que no pueden reconocerse a sí mismas. Su jardinero es el espejo en el que reflejan.
-No he estado con ellas en los momentos que más me precisaban. -aseguró John
-Ese, el primer jardín al que te refieres en tu carta, el que has dejado muy joven ya no necesita de tu cuidado, sólo debes volver a él de vez en cuando. Seguro que tu presencia será gratificante, pero cuando acudas a él , lleva solo amor, no necesita de otra cosa. Sé lo que sufres por la muerte de la Amarilis, pero debes resignarte. Ella ha cumplido el largo ciclo de su vida, sus bulbos ya no resistían al paso del tiempo, sus tallos eran demasiado débiles para sostenerse a sí misma. Esa bella flor de colores muy vivos se fue deshojando de a poco, pero nunca perdió su brillo.
-¡Pero no he estado con ella en el momento de su muerte! -dijo John acongojado
-¡No te culpes!, la Amarilis siempre supo que la llevabas dentro de tu corazón; lejos, donde fueses. Ella sabía que su presencia no te era necesaria, que vivía siempre en tu recuerdo, eso para ella fue suficiente; murió feliz.
-En tu primer jardín perdura la Magnolia. Hoy es un árbol fuerte, ha combatido contra las más terribles tormentas, pero aún continua aromando con sus flores blancas. Sufrió la muerte de su adorado Jazmín que no pudo soportar el invierno, murió como vivió, amándola toda su vida, abrazado a su tronco. La Magnolia ha sufrido demasiado, pero se está reponiendo. Está encontrando la felicidad entre todas esas florcitas que han crecido a su reparo... algunas de ellas ni siquiera las conoces conoces.
Es un hermoso jardín John... que ya no es más tuyo -agregó Chance.
-El gran problema es tu único jardín, el que te queda. Necesita mucho cuidado, pero si no sientes amor por él y no esperas hasta que florezca con seguridad en la estación que corresponde, seguro que empieza a deteriorarse.
Durante todos estos años te has ocupado solo de proveerlo de todo aquello que necesitaba para no morir, no recordaste lo que precisaba para vivir. Tu letargo dura demasiados inviernos, estás a punto de perderlo. No sé por que te has comportado de esa manera, es necesario que recapacites y vuelvas a él antes que sea demasiado tarde.
-No es fácil, Chance –dijo John encontrar el equilibrio adecuado para mi jardín.
No me quedan ya demasiadas oportunidades. –aceptaré con valor las estaciones inevitables de la naturaleza, pero me preocupan mis flores.
La rosa roja, la transplanté de otro jardín cuando todavía era un pimpollo, crecimos juntos, nos amamos toda una vida. Hoy su color es pálido, sus espinas mas agudas, tengo miedo hasta de acariciarla.
-Debes hablar con ella , es necesario hacerlo, tranquilamente, sin agredirse, para no lastimarse mutuamente y continuar sufriendo.
-¡Pero si las plantas no hablan!-Respondió John con asombro.
-Las flores y las plantas hablan John, sólo que han decidido callar. Si no fuese así, no les queda otra posibilidad que crecer y su crecimiento carecería de sentido.
¿No recuerdas ese poema? “...y tal vez a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriaga de goce le cuente, hoy a mi me dijeron hermosa”. Es la historia de un jardinero como nosotros que le hablaba a su higuera en el huerto. Esa noche, la higuera, le contó al viento las palabras de halago que había recibido del jardinero.
-El clavel, la primer semilla que plantaste con tanto amor, es fuerte, perenne, con tallo nudoso y delgado, hojas largas, estrechas, puntiagudas y una flor terminal con cinco pétalos dentados blancos. Alto, muy alto, precioso, pero invadido por la tristeza. Contempla sin expresarse, espera mudo saber cual será tu decisión, necesita imperiosamente de tu atención.
- John, debes estar orgulloso de tu pequeño junquillo. No habla, ¡¡grita!!, se atrevió a decirte todo lo que debías oír. Está en una etapa de su vida que no puede razonar sin soñar y no puede soñar sin razonar, por eso reclama tu presencia, te necesita.
Pero debes saber que mucho más necesitas tú de ellos.
Empieza recuperando tu junquillo, si lo logras, no tendrás dificultad en recuperar tu espléndido jardín.
Y el jardinero no habló más, y se alejó lentamente.
-John apenas balbuceó un... ¡Gracias Chance!
Recibió como respuesta solamente una serena sonrisa del jardinero.
Cuando llegó al portal giró su cabeza, observó como con delicadaza Chance regaba cada planta, cada flor, cada rama del jardín.
Observó como la paz reinaba en su corazón.
Alejandro Casals
Febrero 2008
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