Se desliza la noche
y su danza de crepúsculos
olvidados despierta
y la flor se abre a la vida.
Sin desmayo
posa su mano
en la falda,
ordena su cabellera infinita,
prepara su traje de estrellas
y prende a su cuello de esperanzas
un collar de luna llena.
Pasa el tiempo sonriendo,
sin relojes que canten,
y el milagro persiste
en alegría de nubes,
en hojas verde azulado
que se dejan acariciar
por una brisa de emociones
en tonos
que fluctúan
entre la ternura y la pasión:
inexorable,
huracanado,
cálido,
inconmensurable...
y en la distancia,
ciertamente ,
la respiración encanta,
envuelve,
y se multiplica infinitamente
la cantidad de besos que llueven en mí,
con furor,
con escrituras eternas
de vidas pasadas,
de noches de sueño
en que me robaste el alma
y desde entonces
te pertenezco:toda,
íntegra,
amante,
tuya...
(Para Diego Ramiro)
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