Fue un fin de año muy particular:me recibía de maestra normal nacional (año ·67) sin haberme llevado nunca una materia!. Poco tiempo pasaría para darme cuenta que eso no era un mérito en mí, a pesar del esfuerzo realizado durante los 5 años del secundario. Muy por el contrario, me jugó en contra.
Mi prima me acompañó a inscribirme en la facultad de Agronomía (no estaba acostumbrada a moverme sola fuera de mi ciudad).
Comencé la carrera muy entusiasmada con la ilusión de dedicarme a la Botánica.Era lo que más me entusiasmaba. No sé, pensé que todo sería tan simple como en las 30 cuadras a la redonda en las que se desarrollaba mi vida. No fue así.
Mis compañeros , mis compañeras eran muy diferentes a mí. Eran como los chicos que mi mamá decía que había que evitar.
De pronto me encontré con que la mayoría eran como ellos...y no supe con quién estar!
Pero es en el transcurso de ese tiempo cuando ocurre un hecho que marca mi vida para siempre.Mi prima mayor se casaba en poco tiempo y para esa ocasión me compré unos hermosos zapatos.
Yo observaba cómo se vestían mis compañeras, en general. Yo parecía una novicia.!
Era muy enfermiza , así que durante los meses de frío apenas se veía mi nariz roja asomando a través de 10 capas de lana.
Un día me revelé, me puse una pollera, un sweter y un saquito, medias de nylon y... los zapatos nuevos!
Así y con toda mi dignidad me animé a tomar el tren de las 5 hs, ferrocarril San Martín, como todos los días que tenía Botánica y pretendía lograr un asiento en el aula Magna.
A esa hora todavía no amanecía, parecía que haría buen tiempo.Volvería a casa recién por la tarde.
Pasó la clase de Botánica; una amiga me invita a tomar mate en su casa para hacer tiempo hasta la próxima materia.
Al regresar a la facultad comenzó el viento, todo oscuro, relámpagos, truenos...lluvia...mis zapatos nuevos!
La tinta de la suela pasó al cuero, dejándolo de un color desparejo, con manchones aquí y allá...
Al llegar a casa pasó lo previsto:el reproche por habérmelos puesto antes del momento destinado.
Mi amor propio estaba mal tratado; me puse con un algodón empapado en alcohol fino a tratar de solucionar el problema cuando la aparición de uno de mis primos colapsó la situación al reírse de mi desgracia.
Un arrebato de ferocidad se despertó en mi interior, algo que nunca había experimentado antes y no pude ya reprimir mi agresividad. Corrí tras mi primo, lo tomé fuertwemente de un brazo y con mi mano libre comencé a pegarle en las piernas y en el trasero.No pudo calmarme su cara de consternación ni los gritos de mi madre para hacerme reaccionar. Sólo quería hacer justicia por mis manos por su burla, por su risa sarcástica, por el mal rato que me jugó el tiempo.
A partir de ese día ya no fui la misma. Algo de mi interior más oscuro había salido a la luz y ya nunca más podría ocultarlo.
Aún hoy, después de 40 años, siento vergüenza y me sigo preguntando cuál fue el desencadenante: el haberme revelado en la forma de vestir, la burla de mi primo, el reto de mi madre; lo cierto es que llevo conmigo ese estigma que sigue aflorando en las situaciones de más compromiso en las que se pone de manifiesto mi verdadera personalidad.
Un hecho intrascendente puso de manifiesto mi otro yo, al que nunca hubiera conocido de no ser por esa lluvia de otoño. |