Si escucho una melodía de Brandi Carlile,
pienso en las calas de Diego Rivera
o veo a una gatita tierna en la calle,
en realidad escucho, pienso y te veo a ti.
Quizás soy como un niño enamorado
o como en esas historias de antaño
con príncipes, caballos y hechizos misteriosos,
donde el romanticismo siempre
fue lo más importante.
Ay mi amor, yo no podría morir por ti,
si todo lo que te rodea es vida y ternura.
A veces nos imagino,
yo con mi guitarra, tú con los aplausos,
yo con mis besos, tú con los ojos cerrados,
yo retorcido, tú haciéndome cosquillas,
yo con mi delantal de chef, tu sentada a la mesa,
yo manejando, tú sacando fotos.
Ay mi amor, esta lejanía autoimpuesta
es desesperante e indecorosa,
cambiaría todo por un abrazo tuyo,
una caricia, por tener tu cabecita
bajo mis hombros.
Te espero ansioso,
como las madres a sus hijos
en su primer día de colegio,
como el novio en su primera noche de bodas,
como las señoras a los pescadores
en días de tormenta.
Te espero con mis brazos abiertos
y mi corazón tranquilo.
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