LA RECETA DE LA ABUELA
Mi abuela Hilda era vienesa.
Cocinaba como los vieneses, lleno de sabores y postres muy dulces. La recuerdo en cada comida y cada aroma de aquellos platos que repitieron mi madre y luego mi esposa.
Sin embargo hoy me desperté con un gran temor.
Me di cuenta que recetas como el apfelstrudel o el goulash, se pueden encontrar en cualquier rincón del mundo pero los KNÖDELL, (k-nedels, en castellano) están en vías de extinción.
Y me propuse una cruzada. Al darme cuenta que la receta no aparece en ningún libro de cocina ni buscador de Internet, decidí
aportar este valioso legado a la humanidad.
En la casa de mis abuelos ni siquiera era un postre, podía ser la comida principal. Tibios o fríos, no importaba “las bolas” como le
llamábamos entre nosotros, se comían a cualquier hora.
Entre tantas recetas, ya que me puesto nostálgico, extraño también la ensalada de papas con mayonesa y perejil que acompañaban a las salchichas, milanesas o chuletas de cerdo.
Algún secreto deberían tener, vaya uno a saber.
También los scones, los muñecos de mazapan y una gelatina casera con jugo de naranja y crema.
Pero volvamos a los KNÖDELL y a su supervivencia.
Se trata de unas bolas hechas con harina y puré de papa, o sea que la masa es muy parecida a la que se hacen los ñoquis. Ahí va la receta,anoten:
Si se cocina un kilo de papa, se las tiene que pelar y hacer un puré tamizado.Ojo! bien tamizado para que no queden luego grumos: no digan que no les avisé.
Se hace un huequito en el medio y se le pone un huevo entero.
Luego se agregan unos 300-400 gramos de harina de trigo y se mezcla todo.
Cuando la masa esta a punto y por favor no me hagan explicar eso, se agarra una porción que cabe en una mano,se estira sobre como una empanada y se le pone un damasco con un poco de azúcar en el medio.
Lo ideal sería ponerle un terrón de azúcar, que mi abuela siempre guardaba en la alacena. Pero convengamos que con esto de la globalización, el Internet y tanto otros adelantos nos hemos olvidado de fabricar azúcar en terrones.
Se hace entonces las bolas bien compactas con la fruta dentro. Me olvide, sin carozo. Si no hay damascos, pueden ser ciruela, pero de las rojas bien duritas.
Se pone todas las bolas en una cacerola con agua hirviendo que ya tiene un poco de sal. Algunos la sal y hasta un poco de nuez moscada lo ponen a la masa, pero eso es a gusto.
Cuando las bolas suben o flotan se sacan con un cucharón en una fuente bien amplia para que no se peguen.
Para ese entonces ya debemos tener preparado una mezcla de pan rallado, que se fríe en una sartén con un buen trozo de manteca, azúcar y canela.
Los knodel se pasan bien en esa mezcla y se los deja reposar hasta que estén tibios. Se comen con cuchillo y tenedor.
Una recomendación si los van a comer al día siguiente, guardarlos en la parte de debajo de la heladera con un trapo para que no se sequen.
Ahora si, ya me siento mas relajado: La receta de la abuela, tendrá
el lugar en la historia que se merece, aparte de mi memoria.
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