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Prólogo

Aquí debe de empezar la historia que quiero que algún día se sepa. Hace tiempo que vengo buscando un momento tranquilo y hoy, precisamente hoy, y desde hace tan sólo algunas horas, se está produciendo el sosiego, el clima apropiado, la calma tranquila en un día soleado y con temperaturas cercanas a los 24º y éste, parece que puede ser ese momento para empezar.

Hubo un tiempo en que contar historias era cosa de escritores, intelectuales, profesores, periodistas o locos. Ahora escribe cualquiera y desde que sé eso, ¿porqué no yo? No tengo nada interesante que contar pero me gusta pensar que a pesar de que hay millones de libros editados que nadie lee, quedan historias ocultas, ocurrencias interesantes que nadie conoce y si pasa eso, y nadie le da importancia, ¿porqué no voy yo a perder el tiempo haciendo lo mismo que hicieron otros antes que yo? Esa y no otra es la causa para que, sin ningún sonrojo y también sin otra intención, de momento, me coloque delante de este nuevo juguete que recientemente me he regalado y voy a tratar de contar una historia nueva.

Sí, una historia nueva porque no creo que, como ésta, exista otra igual. No voy a hablar de mis cosas personales ni, aunque lo parezca, de cosas relacionadas con mi vida habitual. Voy a contar cosas que, estando en mi cabeza, no figuran en el inventario de acontecimientos normales y que se conozcan por el público de mi vida normal.

Lo cierto es que debiera planificar una trama y seguir un método que es, al fin y al cabo, lo que necesita cualquier historia que pretenda ser escuchada. No, no voy a hacer eso; no emplearé más método que el ir escribiendo lo que vaya surgiendo del teclado del aparato este.


1. La Entrevista

Siempre recordaré el día que mi hermano sugirió que me presentara a aquella entrevista de trabajo. Lo haría de buena fe, pero me tomó el pelo como nadie lo había hecho nunca, con aquel anuncio del periódico: “Para Encargado de Almacén, se necesita persona con dotes de organización. Inútil presentarse sin referencias.”

Me lo soltó así: “¡Mira, Jaime! El trabajo que tú necesitas. Piden: Un Encargado de Almacén y no hacen falta referencias. Has de presentarte..., que seguro que es un trabajo adecuado para ti. Además, con dotes de organización, no hay otro mejor que tú”. Y me lo dice mi hermano, Alberto, que no trabajó en su vida y ya tiene 48 años.

Y yo, así de idiota, sin mirar el anuncio, cojo la dirección que me facilita mi hermano y voy y tan campante, me presento. ¡Qué vergüenza me hizo pasar el pijo que me entrevistó! Merece la pena recordarla:

“-Buenas..., venía por lo del anuncio.
- Ah, sí..., pase, que enseguida le atiende el Sr. Ayala...- Y sale el pijo aquél, muy repeinado, con camisa azul celeste y corbata de ahorcado, traje de Emidio Tucci, sonrisa y ademanes de anuncio de academia y gesto amable de vendedor del Corte Inglés, me saluda y me lleva a un despacho impersonal preparado para las visitas, donde se notaba que allí no se trabajaba normalmente. Las luces del techo, un enjambre de focos, más propios de una sala de exposición que despacho de una oficina, hicieron que reparara más en el techo que en otra cosa, salvo aquella banderita sobre una piedra irregular y barnizada, encima de la mesa. Con la banderita de España, una carpeta de cuero de sobremesa, sin nada encima: ¡ni un papel!, tres bolígrafos en un expositor como el que tenía mi padre en la comandancia pero éste, sin tintero en el medio y un cenicero con caramelos, de los que regalan en algunas Oficinas como en la Eléctrica a donde voy a pagar los recibos que devuelve el Banco, cuando no hay fondos. Ni un retrato, ni cuadros, ni cortinas de terciopelo. La banderita, me trajo viejos recuerdos del Ministerio y empecé por ahí:

-¿No tendrá esto relación con las Fuerzas Armadas? Mi padre tenía una banderita igual, en su despacho militar.

-Hola, ¿decía...? ¿Fuerzas Armadas? No, noo... por Dios. Ésta es una Empresa de Distribución... aunque en cierto sentido, somos un ejercito de personas con presencia en casi toda España o al menos, en todas las ciudades importantes.

¿Venía por lo del anuncio, verdad? Permítame, que le formule una serie de preguntas para cumplimentar este cuestionario antes de entrar en detalle, sobre el puesto de trabajo que deseamos cubrir.- (sacó unos papeles del primer cajón, que colocó encima del escritorio).

Preguntó datos de: nombre, apellidos, fecha y lugar de nacimiento, ocupación de mis padres, estudios con titulaciones académicas y universitarias y colegios a los que había acudido y referencias, al estado general de salud, como alguna operación, alergias y si tomaba somníferos para dormir y hábitos sobre tabaco, drogas y alcohol. Finalizado el cuestionario, hizo un rictus -más bien mueca- que me pareció una sentencia de desaprobación de mis cualidades para aquel puesto. Le respondí con otra mueca, pero más risueña y prolongada.

-Entonces... ¿sólo tiene titulación de graduado escolar?

-Bueno, yo no llegué a terminar nada. Dejé el colegio a los 16 años.

-¿Sabrá escribir a máquina, no?

-Sí, eso sí, pero no muy deprisa; que utilizo sólo dos dedos: uno de cada mano.

-Entonces... ¿tampoco tiene idea de informática?

-La verdad, no mucha. A veces voy con mi ahijado al Ciber, pero éso, a mí me aburre. Además, si quieres chatear hay que ir deprisa escribiendo y yo..., ya le dije.

-Y... ¿Tuvo alguna ocupación... en algún sector? ¿Cuál es su oficio?

-Bueno, tuve un Pub con unos amigos. Pero no nos fue bien y les cedí mi parte. Aquello duró casi dos años y yo hacía de todo. De todo menos fregar, que eso nunca me gustó. Pero servía copas, hacía la caja y me ocupaba de comprar las bebidas y la cerveza y también, de preparar los decorados para carnaval y final de año. Y quedaba…, que llamaba la atención; de hecho, me siguen llamando cada año para la ambientación del local para esas fiestas.

-Ya entiendo... Vd. viene recomendado por su padre.

-¿No decía que tiene despacho en el Ministerio? Déjeme sus referencias, que las pasaré a Dirección y ya ellos le avisarán con lo que sea.

-¿Cómo referencias? En el anuncio... ¿no pedían... presentarse sin referencias? Yo no traigo ninguna referencia.

-Perdóneme, pero... no le parece que para presentarse a una entrevista de trabajo, además de la presencia física, como la que Vd. aporta, también se debe uno acompañar con aptitudes o conocimientos acordes al puesto que se pretende y si, por cualquier circunstancia, ¡la que sea! no se tienen aptitudes o conocimientos, ni tampoco ninguna experiencia en trabajos similares... ¿le parece pedir demasiado alguna referencia? Además de los datos que figuran en el carné de identidad y por la edad que Vd. ya tiene, supongo que también tendrá alguna referencia... yo no le pido que me aporte nada especial, simplemente sus referencias... ¡Las que se tengan!

…¡Mire!, yo llevo hechas muchas entrevistas de trabajo, pues para eso me pagan en esta Empresa

…Mi puesto, ni siquiera es en esta Delegación. Como podrá observar, este despacho no tiene pinta de oficina de trabajo porque aquí, no hace falta ningún despacho permanente de selección de personal.

¡Oiga! Yo soy una persona muy ocupada. Y tengo la sensación que ha venido Vd. a probar suerte por si le tocaba la lotería. ¡Pues no!

Esta es una Empresa privada y yo le estoy haciendo una entrevista para un importante puesto de trabajo y me encuentro... ¡Por favor! ¡Perdiendo el tiempo!, …perdiendo el tiempo ¡Sí señor!,

-Es lo que ... ¡OIGA!, o tiene Vd. mucha cara, o es Vd. un idiota, ¡o quiere hacerme a mí!. Por Dios..., por... ¡ por favor!, ¡en mi vida me ha pasado nada igual!

-No se excite, que yo no quiero hacerle perder el tiempo. Pero su anuncio, que lo traigo aquí, dice: “Inútil presentarse sin referencias. ¡Está bien claro!

-¿Ha venido Vd. a tomarme el pelo?, o... ¡qué! ¡Sí señor!: ¡Inútil!, éso es lo que es Vd.: ¡Un inútil! Y el tío, además..., lo reafirma sin inmutarse; pero... ¡ por favor!

-Bueno, no sé... pero según mi hermano es éso, lo que realmente piden en el anuncio.

-¡Perdón! Siento que tampoco sepan leer Vd. y su hermano.. Discúlpeme y por favor... ¡VÁYASE!

-Ahora me voy, pero también... permítame Vd. a mí. Yo de trabajos, no se mucho; pero más inútiles que yo, conozco un montón y están todos bien colocados y con buenos sueldos. La verdad, nunca había pensado que para esos puestos se publicaran anuncios en los periódicos pero mi hermano, esta mañana me convenció y por eso vine.

-¿Será Vd. desvergonzado? ¡Inútil! Que además de hacerme perder el tiempo, me está sacando de quicio.

-¡LÁRGUESE DE AQUÍ! Por favor se lo pido... ¡Lárguese y no vuelva jamás por aquí!

-¡Seré inútil, según Vd.! Pero con más educación y no un pijo malencarado como Vd., por lo que estoy comprobando; Vd. con su traje de rebajas y esa corbata enroscada al cuello como se atan los caballos, quizá tenga muchas referencias, pero eso no le da ningún derecho a insultarme. Relájese y si admite un consejo, mande todo esto a la mierda y apúntese a un crucero de vacaciones. Están llenos de inútiles encantadores y verá que bien lo pasan. Adiós.”

Cuando salí de la entrevista, estaba tan encendido que si encuentro a mi hermano hubiera cometido cualquier barbaridad. No entendía nada... Ni tan siquiera supe, ¿por qué me insultó aquel tipejo? Qué dije o hice, para que me tratara así; no debí consentirlo ni siquiera en su propia oficina. ¡Pero bueno! ¡Fue increíble! Seguro que no era más que un don nadie, lameculos del Jefe. Yo seré inútil y no sabré informática, ni escribir a máquina, pero tampoco conozco la sirena del despertador cada amanecer y hago con el tiempo y con mi vida lo que me da la gana, en cada momento. Yo, seré un inútil, pero inútil para cosas tan inútiles como las que hacen tipejos como él. ¡Tenía que habérselo dicho! ¡Eso! Y también que era un imbécil, un esclavo y seguramente una mala persona y con tipos como él, no merecía la pena ni perder el tiempo, eso que a mí tanto me sobra.

Cuántos españoles entre 25 y 50 años, saben informática y escribir a máquina? Cuántos con titulaciones académicas y estudios universitarios? ¿Hace falta ser ingeniero para ordenar, colocar, cargar y descargar paquetes? ¿Estaba soñando o, acababa de despertar de una pesadilla?

Yo nunca miré las ofertas de empleo, porque nunca tuve necesidad de trabajar, que hasta la fecha, vivimos muy bien con lo de mis padres; en el círculo familiar y de amigos, en el que siempre me moví, es lógico que tengas un trabajo si has estudiado una carrera o aprobaste una oposición o tu padre tiene una Empresa, pero trabajar sin necesidad y por amor al arte, no conozco a ninguno. El trabajo es cosa de obreros, que careciendo de medios y patrimonio, necesitan el trabajo para subsistir lo que, hasta ahora, no era mi caso.

Texto agregado el 05-02-2008, y leído por 693 visitantes. (1 voto)


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