Crónica por orden de aparición.

El primer film que se rueda en medio de este conflicto de formas es el de Claude Chabrol, quien tras una herencia familiar, hace en 1958 El bello Sergio en un pueblo de Creuse; después Los Primos. François Truffaut, en el mismo tiempo, realiza Los Cuatrocientos Golpes.

El bello Sergio se estrena el 2 de febrero de 1959, los primos el once de marzo, los cuatrocientos golpes se presentan en Cannes dos meses más tarde, al mismo tiempo que Hiroshima mon amour de Alain Resnais.

En marzo de 1960, al final de la escapada (A bout de soufflé) de Jean-luc Godard; contemporáneo de la tercera y cuarta película de Chabrol, confirma el fenómeno. Engaño para unos, revolución cultural para otros, un nuevo cine llega a las pantallas de las grandes ciudades y a las páginas culturales de los semanarios. La profesión esta desorientada.
Deutschmeister en el coloquio de la Naupolle, trata de aclarar: “todos los productores se alegran del éxito de los jóvenes de esta ola, porque han liberado al cine de sus cadenas, lo han liberado del mínimo equipo técnico impuesto por los sindicatos, lo han liberado de dificultades administrativas y financieras, al rodar en las calles, en verdaderas casas, verdaderas habitaciones, en decorados naturales. Lo han liberado de múltiples censuras que tiene una curiosa concepción del arte, de lo moral, de la vida, de la influencia sobre la juventud, del prestigio de una nación, etc.

Lo han liberado de las exigencias abusivas de los veteranos para comenzar una película. Han liberado al cine también, del culto a las estrellas (grandes actores) y de la calidad técnica.

Desde el otoño de 1961, comienza el rumor que el tiempo de la Nouvelle Vague, en Francia, ha pasado. En perspectiva, se puede estimar, razonablemente, que el fenómeno socio-economico Nouvelle Vague duro cuatro años. Nacido en 1958, se diluye en el transcurso de 1962. La incertidumbre confusa ya no esta de moda, los imperativos económicos resurgen. Los directores de la ola se readaptan. Muchos abandonan o se reconvierten a la televisión. Godard practica un cine experimental, provocador, inventivo e irritante, que le conducirá a aventuras militantes del post 68. Truffaut y Chabrol, al contrario, pronto vuelven al redil, acumulando, cada uno, una obra abundante, tan clásica y burguesa como las que ellos criticaban quince años atrás.
La Nouvelle Vague, en todos sus componentes, indudablemente despertó y revivificó el cine francés. Abrió el abanico de los posibles. Aclaró y justifico la búsqueda de los jóvenes directores del Este, de Québec o del Tercer Mundo, levantando un estandarte liberador.