Clavel, marchito del ensueño,
Que me enseñaste a querer...

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Antes de salir disparado no vaciló, la mano que empuñaba el gatillo ultimamente se estaba convirtiendo en mero espectador que esperaba el retorno de días mejores. -"Aún no recupero mi letra"- pensó, es por eso que era mejor correr antes de dejar que alguien más vea ese ego suyo, aplastado contra el suelo como una cucaracha. El suelo por lo general solo contenía cadáveres, no era el momento adecuado para dejarlo caer.

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Pedro encontró el cuerpo del delito demasiado lejos de la escena del crimen, tal vez era una señal, y decidió convertirse en la justicia (Aunque esto significara que debería volverse ciego.) Cerró los ojos e imaginó el tiempo gastado en inútiles pesquizas, como en algún descubrimiento superfluo, los años y el tiempo que dejo grabados en la memoria fueron los signos de que esta vejez tendría muy poco de tranquila.