PUERTO RICO III
Por la tarde, de vuelta en casa de Rodrigo, se me antojó hacer una tortilla española para la cena.
Ambos estábamos entusiasmados, por fin Rodrigo iba a verme en la “arena” de su cocina lidiando con un plato típico español.
Que si me da pereza pelar papas, que si donde tienes un plato así de ancho para volcar la tortilla, que cómo se enciende el fuego en esta cocina que parece la antesala del Challenger y ¿un trapo para secarse las manos?... Este cuchillo me gusta más… Esto merece dos copas de “Marqués de Riscal”…Extractor de corcho electrónico que jamás había visto en los días de mi vida… ¿Ajo le pones a la tortilla de patatas?... Ejem… sí, observa… Tac, tac, tac, tac, el largo y ancho cuchillo, bien afilado, va sacando rodajas finas de patata…Este vino está “de muerte”… ¿De muerte?... esto revive a un muerto… ¿Me cortas unos ajos en pequeños daditos?... Siempre a sus órdenes Cheffff… porque ahora yo soy tu pinche de cocina… jajajaja… por supuesto… Compramos cebollas, ¿verdad?...sí, las tienes en esta puerta del friser…¿Me bates los huevos?...Ja, ja, ja, ja… si, con siete u ocho serán suficientes… No te pases mandando, chef… este vino produce orgasmos de garganta, mano… hay que dejarse de pendejás de cocacolas y demás jugos, como el vino nada, pues, para la comida… vino como perro, mano y un poquito de pique para alegrarla o ají molido que también le va…Con buen aceite de oliva virgen extra… sí, tengo ahí en esa puertita de abajo…Echo primero los ajos para que el aceite tome el gustito, pero sin que se quemen…¡Ah! ¿Pero tú salas las patatas antes de echarlas a la sartén???...clarooooo…ahora las patatas, este fuego está muy fuerte, lo bajo un poco… cuando doran levemente las papas le echas la cebolla picada fina, ¿no?...si… este vino está para bendecirlo…un poco más y ya se le pueden añadir los huevos…
No pudo evitar ponerle ají molido cuando la tuvo en el plato frente a sí y cuando la probó, se le quedó una expresión beatífica, como de quien ha tenido la visión de algún santo o virgen. Su humildad reconociendo las bondades de mi tortilla española me partió el corazón. Apuramos la botella del Marqués hasta dejarla sin vida, no sin antes llevar en nuestras copas dos culines de vino para degustar en el cenador del jardín mientras entramos en plácida conversación a la luz de las estrellas y al abrigo del canto de las coquíes, esas ranitas que silban de noche en las zonas húmedas de jardines y ríos y que son uno se los símbolos de Puerto Rico.
Un día más en el Paraíso.
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