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La mujer rubia recogió unas toallas y me indicó que la siguiera por unas betustas escaleras que conducían a las habitaciones. Detrás de ella, y como un perrito faldero, seguí sus indicaciones. Su trasero me puso a cien el cuerpo imaginándome lo que seguiría después. Sus carnosos y pintados labios de color rojo me habían tenido inquieto mientras cerrábamos el trato a la entrada de la pensión, en una oscura y sucia calle de la periferia de la ciudad.

Entré en la habitación, su olor era insoportable, todavía notaba en el ambiente el aliento del anterior cliente; seguramente la cama que había sido enderezada después, aun estaría caliente. Me desnudé tan rápido como pude mientras la rubia de labios carnosos iba despojándose de la suya; apenas un ligero vestido que ya llevaba desabrochado y un tanga rosa. Su cuerpo era espectacular, los pechos erguidos y muy poquito cabello rubio en su pubis. Lo que más me sorprendió, mientras la observaba , fue que en un momento dejó de ser rubia, pasó a ser morena con un pelo cortito, que a mi, incluso, me pareció más bella, más atractiva. Yo seguía estirado y mirándola cuando se acercó de repente y se avalanzó sobre mí cuerpo tapándome la boca con sus labios e introduciéndome la lengua.

Debía empezar ahora mi trabajo por el cual estaba en aquella situación tan engorrosa, pero nada desagradable. La aparté suavemente de encima de mi cuerpo y me senté en la cama. Ella me miró extrañada, sin saber que había hecho mal, o sin saber que no había hecho bien. Bajó la cabeza y empezó a llorar.
Había transcurrido el tiempo muy deprisa, más de lo habitual en estos casos que era: echar un polvo, limpiarse y a correr escaleras abajo, todo se basaba en eso, no sin antes haber satisfecho la cantidad de dinero acordado a su chulo.

En el suplemento dominical del periódico donde trabajaba venía publicado mi reportaje sobre el mundo de la prostitución en una gran ciudad.
Estuve con aquella prostituta, mujer de la vida, en todo caso una mujer, más de dos horas hablando. No llegamos ha hacer el amor, mi labor no era esa, sino conversar y que me explicara todo aquel mundillo que se movía alrededor de las mujeres de la vida. Ella, por miedo, habló lo justo, pero su información fue muy valiosa y con la que ya tenía recogida de otras entrevistas, pude hacer mi artículo.
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Manuel Muñoz García-2003

Texto agregado el 27-03-2003, y leído por 322 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
30-03-2003 ay! no entiendo...si solo le ibas a hacer una entrevista...porke te desnudaste'? dulcilith
27-03-2003 Esta muy bueno, fluído e interesante, un beso Manuel, Ana C. AnaCecilia
 
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