Cazador de egos.
Mi ego enamorado salio de mi aquella noche, cuando la luna recién paría los sueños nuestros, los de cada día. Harto de habitar en mi, de estar condenado a mi, salio a buscar otros egos, por ejemplo, el tuyo que de gordo y grande había roto nuestra cama, por ejemplo, el suyo que embriagado de amor estaba tirado alrededor de tu belleza, tratando de acariciar tu cuerpo. Lleno, harto de miles de historias, mi ego indigestado de todas esas narraciones, regreso a mi, drogado, en la madrugada cuando recién nacía el alba. Todos los egos que había escuchado le sirvieron para escribir cientos de relatos: Cuentos de Egos distraídos, así nombró a esas historias. Son un éxito literario. Todos leen sobre sus egos, pero por ser suyos nunca los identifican; se ríen, lloran, bostezan y algunos hasta se enojan, para finalmente cerrar el libro que encierra a esos egos negados. Luego se visten de ego, se perfuman de ego, para no ver más allá de su ego y se van a recorrer las calles, los caminos, los campos y las ciudades para que mi ego los encuentre, de nuevo, en la noche, en la madrugada cuando sale a cazar los egos, cuando harto de mi, se desliza montado en una estrella entre la luna y el sol para escuchar tus egos; los egos nuestros, los de cada día, los de cada espacio, los de cada tiempo, los de cada sueño.
Hubeca.
|