buscaba algo que decir, escribir; algo que hiciera sentir que mi vida tuviera sentido, que me diera eso que da mucho sosiego pero nada, no podía hacer nada en mi vida para ello. recordé palabras de libros leídos, frases, letras, manchas tras manchas, ideas de tantos muertos y que tocaba mi alma como un perfume sin tiempo, bello, puro como una flor... cerré las imágenes que tenía en mi mente y decidí salir a caminar. la noche aún florecía con sus pétalos color sombras y sus luces de neón que sosegaban a borrachos y a toda mi atención... escupí en un lado de la vereda cuando un anciano me llamó la atención. disculpe, le dije y seguí mi camino. ya estaba llegando a la esquina cuando sentí un golpe duro y ágil en mi espalda, era un palo. volteé y vi que era el anciano quien me lo había tirado y que se reía de mí como una hiena apátrida. alcé los hombros y seguí mi camino hasta llegar a un parque en donde vi a dos enamorados que caminaban entre sombras, buscando la sombra mas negra y grande en donde disolver sus inhibiciones. les seguí y vi que llegaban a la falda de un árbol. los dos andaban y noté que sus cuerpos eran remecidos por el libido que también me tocaba. se detuvieron y se abrazaron como para la eternidad, se besaron como dos dioses, y yo, me masturbé... me di media vuelta y los dejé en sus cielo negro. caminé un poco mas cuando escuché que unos jóvenes me seguían, diciéndome: pajero. me tiraron una piedra y me cayó sobre mi rodilla. me dolió y me puse gallo. los enfrenté y les dije: qué deseaban. silencio. pasé en medio de ellos y seguí a una sombra grande, muy grande, era la mía... la seguí hasta llegar a mi pieza. entré y me di un duchazo. luego, me senté en mi escritorio y me puse a escribir. esta vez, tenía algo que decir, aunque, pensaba, ya lo había dicho en una parte de mi vida, pero, qué importaba si todo se trataba de vivir, recordar, escribir, sentirme en paz...
san isidro, enero del 2008
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