UN SUEÑO IRREALIZABLE
margarita-zamudio

El centro comercial había quedado en penumbra. Un corte de luz justo en la hora de cerrar había obligado a los clientes a salir en tropel.

Ella no salió. Aprovechó la confusión para esconderse sin que nadie lo notara...y esperó.

Todavía no se había decidido a salir de su escondite debajo de una estantería cubierta por una lona. Allí se sentía segura, a salvo del silencio pesado y amenazador que se cernía sobre los estantes. Pero tenía que salir. No se había escondido para nada, además, empezaba a sentir sus músculos entumecidos por la inmovilidad.
Tímidamente encendió una cerilla y la vio. Allí estaba su sueño de toda la vida: un sueño irrealizable porque siempre fue pobre. Ahora, a sus cincuenta y ocho años, no sólo seguía siendo pobre, sino que habría sido ridículo poseer aquel juguete. La casa de muñecas era una preciosidad. Tres pisos, muebles, enseres y hasta tres muñecos, un hombre, una mujer y un niño.

Jugó, espatarrada en el suelo como la niña que nunca pudo ser, feliz y olvidada de todo lo demás: sinsabores, soledad, desamparo y pobreza. Jugó hasta que las tímidas luces del amanecer invadieran el ámbito.

Cuando el centro comercial abrió las puertas, una avalancha de ansiosos clientes comprobaron que en la casa de muñecas había un muñeco más: una mujer con aspecto de abuelita.