BERKELEY 2006 A.D.
« Esse est percipi »
Esse est percipi?
Una espumosa noche de verano, de esas bien pegajosas, donde la transpiración le gana la batalla al buen gusto del mejor perfume, el joven estudiante de filosofía llamado por sus amigos simplemente “Malcovich”, se sentía particularmente optimista.
Ocurre que esa noche podían suceder 2 cosas: o avanzaba aun mas en la elaboración de su teoría para la cual estaba dedicándole una pesada pero sumamente documentada tonelada de papeles, o bien tiraba al retrete de las cosas inservibles o indemostrables, de donde podía resucitar extractos y dictar cursos para diletantes, psicobolches y pseudointelectuales que andan dando vuelta por ahí por Palermo o por el centro.
Cualquiera de las dos posibilidades le tenía sin cuidado pero bien sabia que un estrepitoso fracaso, es decir la segunda opción, era lo que mas anhelaba.
Sus gastadas suelas de zapatos lo depositan en las renovadas aceras de la av. Corrientes, hace un inventario de las posibilidades que la noche le ofrecía, sopesa mil propuestas internas fruto de su esquizofrénica personalidad que lo disputan y lo acosan cada puta noche de ocio que se le presenta y finalmente decide enfilar para San Telmo.
El lugar no era más que un amasijo de mesas curiosamente mal dispuestas, unos cuadros ajenos al tiempo y a la moda que dan cuenta de lo poco que esta interesado el dueño del sucucho en sus ocasionales clientes los cuales seguramente emborrachados y pasados de vuelta ni atención le prestan a la estética del lugar.
Realmente lo único que valía la pena del sitio en cuestión era la música, (cosa que solo hablaría bien, en ultima, instancia del disc jockey contratado) agradablemente sesentosa que bañaba a la nutrida concurrencia hambrienta, sedienta y por sobre todas las cosas con ganas de rockear y patear los culos de la insufrible soledad.
Jim Morrison culmina su estribillo y las manos de Ray Manzareck comienzan su frenesí… y entonces Malcovich la ve!: su níveo rostro salpicado de delicadas pequitas rosaditas, sus ojos celestes y achinados, su cuerpo armonioso y lujurioso, su pelo rojo y lacio como la eternidad; todo eso, mas su manera de vestir de chica estudiante de indumentaria y textil, era un cóctel letal para su sanidad mental.
Malcovich queda por un rato desentendido de todo y ensimismado. Su cerebro emite la voz de alerta: Smither! Suelta a los perros.
Los perros y el filo de sus palabras podrán desgajar el velo de maya que lo separa del caramelito que bailaba mientras el fuego arde en la eternidad..
El confiaba en sus lentes de director de cine alternativo y en el filo de sus palabras…
El grupo de Anderson, un brillante estudiante de matemáticas que sin ningún motivo aparente era apodado de esa manera por su estrafalario sequito de amigos, estaba particularmente aburrido esa pestilente noche de verano.
Andaban con ganas de tomar unas cervezas y untarse en algún ignoto sofá de un aun mas ignoto púb y desvirgar con las miradas los secretos de sus habitúes.
Anderson fija sus ojos en una gota de belleza particular: sus ojos, su pelo, su cuerpo, su manera de vestir.
Ve su cuerpo de delicada bailarina danzar y danzar extasiada y en frenesí.
Anderson desabrocha su campera verde caqui alfa, verifica los contornos de su jopo fifthis, y decide apuntar los misiles de su tomahawk a la deliciosa muñequita que bailaba ensimismada.
Las teclas de Manzarek comienzan su recorrida habitual en 3:56.
Houston! Tenemos un problema, un sujeto no identificado sobrevuela el área y está ya sobre el objetivo, aborten misión aborten misión sino esto es un papelón!
Anderson ve como ese joven de lentes que parece un estudiante de filosofía con aires de galán le esnifan la niña.
Ve sus bocas pegadas, y una lluvia de inmundicias y maldiciones despide sobre su ñoño rival.
…y en el filo de sus palabras.
Pero no contaba con la impune e imprevista irrupción de un estrafalario ente nocturno de jopo con campera verde militar que así de la nada se apareció.
Malcovich se queda contemplando su inminente derrota.
Mientras la luz ilumina el fuego y el fuego quema las esperanzas, Malcovich decide abandonar desolado la noche.
Anderson y sus amigos huyen despavoridos mientras el fuego sigue quemando sus ansias.
Una parte de Malcovich vuelve feliz y triunfante a su hogar.
AZM
MMVI
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