Una vez más me encuentro contigo, una vez más estamos en ese conocido campo de batalla, eres con quien siempre me he querido enfrentar, eres quien más me conoce y mi único rival, nadie más me ha vencido, hace poco te vencí, y aun así quieres volverlo a intentar, hoy es una batalla que no pienso perder.

Comienza el juego, es un juego macabro, me miras, nunca he entendido porque tus ojos parecen tan vivos, pero a la vez con tantas ganas de vivir, me acerco, desenvaino mi espada por primera vez, me miras con una sonrisa tonta, comenzamos aquel lento baile, que tantas veces en batallas pasadas hemos bailado, y como en cada una de aquellas oportunidades nunca te vuelvo a mirar a los ojos, es la danza, con el balance perfecto de admiración, amor y odio, que solo logras con aquel que tanto te conoce.

Porque nunca ninguno ha logrado acaparar este territorio, siempre ha sido una batalla constante un juego, entre el miedo y la euforia, entra las ganas de vivir y las ganas de morir, nunca he querido perder, pero tu arma es muy rápida, son solo segundos para reaccionar, logro esquivarla una, dos y tres veces, me muestras un punto débil, arremeto con mi espada, quiero clavarla hasta el fondo en el centro de tu mismo ser, siento como se desgarra tu ser ante el filo de mi espada, y unas pequeñas gotas tibias caen sobre mi pecho, pero no es sangre, es solo un poco de sudor que cae de tu rostro, ubicado tan cerca del mío que siento tu olor, tu esencia, escucho fuerte y claro los latidos de tu agitado corazón, a través de tu entrecortada respiración.

Me miras de reojo forcejeamos un poco, has logrado esquivar mi estocada mortal, solo un rasguño sobre tu piel, se tensan todos los músculos de mi cuerpo, siento como luchas con todas tus fuerzas, nos encontramos cara a cara, te veo nuevamente a los ojos, están llenos de sentimiento, de ganas, de pasión por la lucha que se lleva a cabo, logro moverme rápidamente hacia un lado, tropiezas un poco estas a punto de caer, pero algo te detiene, mi espada clavada hasta la empuñadura, justo en el medio de tu vientre, ha detenido tu caída.

Me volteas a mirar lentamente, sonríes, estamos completamente empapados de sudor, te acercas, me abrazas con todas tus fuerzas, hasta que en un último suspiro caes dormida sobre mi pecho, una vez más estamos en tu cama, completamente desnudos, y fundidos en un abrazo interminable, una vez más he ganado en el juego del amor, y con una sonrisa cierro mis ojos y me duermo, imaginándome donde será la próxima batalla.