V.7. No juegos con el dinero
Finalizada la campaña, todos nos felicitábamos por los resultados; a mí me seguía pareciendo imposible: mi planteamiento había sido más una ocurrencia basada en mi condición de consumidor, que una idea con fines comerciales, para los que no tenía preparación ni experiencia. Recibí la relación de comisiones sobre la totalidad de mercancía servida, acompañada del extracto de las partidas pendientes de cobro, con un resultado abultado a favor de la Bodega.
Intenté resolver con la esposa de Don Jaume y ante su negativa a liquidar al menos una parte de mi cuenta de comisiones, ni conseguir que su marido o el Jefe de Ventas se pusieran al teléfono, opté por desplazarme a la bodega para intentar aclarar la nueva situación. En el contrato se especificaban las funciones y responsabilidad de mi actuación y en ningún caso, estaba incluida la de cobrador de facturas: señalaba que las comisiones solo se abonaban sobre mercancía cobrada y estaba cobrada la mayor parte.
Fui sombra de Don Jaume dos jornadas completas con quién, como el jefe que ilustra a un nuevo subordinado, visité sus viñedos, su bodegas, sus instalaciones y su enorme y bien cuidada residencia con un cartel en la entrada con la inscripción “Masía Rossell”. Intuí desde el primer momento, su intención de minar mi resistencia a base de cansancio y como relegando a un asunto de trámite el tema de las comisiones, tan importante para mí y único objetivo de la visita, pero intrascendente para los intereses de la bodega y como si nada, mostré total atención e interés a cada una de sus explicaciones, en todo momento amenas, ilustrativas y muy interesantes que cambiaron absolutamente la idea que tenía de una bodega, donde imaginaba enormes y sucios depósitos de cemento y de plástico, un enjambre de mangueras y auto bombas para trasiego y traslado de líquidos entre depósitos y un olor penetrante cercano al vinagre y descubriendo espaciosas e iluminadas instalaciones, con sofisticados y relucientes depósitos en acero inoxidable, multitud de bancadas de madera repletas de botellas en proceso de fermentación y dependencias auxiliares para embotellado, etiquetado y empaquetado final, en un organizado ambiente más de laboratorio que de una bodega de cava, por la uniformidad de batas blancas, limpieza y ausencia de ruidos de empleados y maquinas trabajando.
A los dos días y bien masticados los pensamientos, las impresiones y las estrategias, cada uno desde sus intereses y óptica personal, sugerí finalizar mi estancia y pedí una respuesta concreta sobre el objetivo de mi viaje; empezó divagando de lo hablado sobre la seguridad de cobro de las mercancía servidas y de que, como no teníamos antecedentes de campañas anteriores, no disponían de mejor solución que vincular mi participación hasta finalizar el proceso. Acepté que tuviera esa intención, pero negué su derecho y censuré enérgicamente su escaso tacto de ni siquiera consultarme; sin una idea premeditada y como un resorte interior de rebeldía, mostré mi peor cara y con toda la dureza de quién se siente engañado por un igual, espeté que no soportaba ni engaños, ni tomaduras de pelo y aquello, era de los peores que había recibido en mi vida. Resolví que si deseaba mi colaboración para gestionar los cobros pendientes, ingresara sin delación y al día siguiente, el importe de comisiones sobre mercancía cobrada y me tendría a su disposición y de otra manera, reclamaría judicialmente el pago del trabajo impecable y con mucho esfuerzo que a lo que veía, pretendía que le regalara. Me despedí de mal humor, pero cortés y dando las gracias por enseñarme su pequeño paraíso.
Casi al mismo tiempo, regresé del viaje y recibí aviso de un ingreso de aprox. el 50% de las comisiones. Era tan abultada para nuestras necesidades, que en casa, todos pensaron que era más un importante botín, que el resultado de un trabajo de 3 semanas en el que, de alguna forma, todos habíamos colaborado.
Telefoneé a la bodega y esta vez, hasta se había suavizado el tono de la telefonista, pasándome de inmediato con Don Jaume al que confirmé el aviso del Banco y mi disposición para las gestiones que señalara con relación a nuestra, todavía en vigor, relación comercial. No di las gracias y al despedirme, mencioné que no olvidara la parte pendiente, sobre la que dejaría algunos días pero, para asuntos tan serios, no esperara concesiones de mi parte: me despidió con un… “cuando quieras hablamos para un trabajo de responsabilidad, que necesito gente con cojones como tú”.
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