De dónde nos viene esa odiosa persistencia de discriminarlo todo; de fragmentar, de separar las cosas en buenas y malas, en bellas y en feas. ¿Acaso una araña interpretando una triste balada en una noche sin Luna, mientras teje su telaraña, es algo que nos ha sido dado para juzgarlo a partir de nuestro ego?. ¿Por qué no contemplarla simplemente? Si, dejar de observarlo todo con los ojos del rigor científico; observar con los del alma. Como un niño criado en el campo, desarraigado de todo prejuicio; que ignora el vicio, que no conoce la envidia, que da gracias a diario por la armonía existente en todas las cosas que rodean su mundo.
Propongo nos empeñemos en la práctica del siguiente ejercicio:
1º Olvidemos el temor que, culturalmente, se nos ha inculcado hacia la araña, ese bicho sin rostro que anda por ahí, oculto, que no logro identificarlo conmigo, que tiene ocho patas peludas, que se mueve impredeciblemente...
2º acerquémonos cuidadosamente a su telaraña, con el respeto que los invitados tienen al ingresar a una casa japonesa, sin invadir en ningún momento su privacidad.
3º Contemplemos a la araña (no la acechemos). Tómeate el tiempo que consideres necesario en tal delicada etapa del procedimiento.
Antes de preguntarte qué ves, te diré qué veo yo: veo, en primer lugar, su infinita bondad, al permitirme acercarme a ella sin protestar, y su gran nobleza al hacerme creer que no la he impotunado en ningún momento (aunque así sea). También veo en su actitud de espera la virtud de la paciencia, tanto en la ejemplar forma de procurarse el alimento, como al soportar mi presencia.
Luego contempo la telaraña; descubro una gota de rocío que reposa en una de sus intrincadas redes. Oh! Qué delicada que es! Qué sublime...!
La telaraña no es en sí bella ni fea, no es suceptible de calificaciones ni categorizaciones. Puede constituir un objeto frágil para quien se enredó torpemente o para un bruto que la destruyó por simple entretención, y es una trampa mortal para la mosca que constata que nada puede hacer una vez que ha quedado enredada en las indestructibles redes.
Permíteme insistirte: no es bella ni fea, símplemete Es. Es la Obra en la que se expresa su virtud.
4º Finalmente escucha, y esta vez con mayor atención y cuidado que en todas tus observaciones anteriores; pon todos tus sentidos a la triste balada de la araña que es nostálgica y sincera; que dice en su letra que sufre porque le temes, porque la juzgas, porque no habla como tú.
¿No te has dado cuenta aún? : La araña eres tú.
Ahora, amigo, te pregunto, cuando vez a una araña, o cuando te te detienes a observar la red que, arduamente, tejió la noche anterior, sinceramente, ¿qué es lo que ves? |