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¿QUE HAY DE NUEVO, VIEJO?
(Cuento corto)
DANIEL O. JOBBEL


Mirá, no me asusta la cifra, ni la distancia que representa. Cada uno de estos últimos años, y todos en bloque, marcan la incomprensión. Que no es solo de mi parte. Ellos tampoco me ven. A los pibes de hoy les interesa conseguir guita fácil, internet, video juegos todo el día y esa música ligera en la rockola del boliche. Los miro. Los acepto. Después me enojo y termino justificando. Pero ahí. "Te estás poniendo viejo", dicen...
La palabra imposible no me gusta, siempre se lo dije a Ariel. Es triste, asusta (esta sí da miedo) y cuesta decirlo. Vos Marian te estarás preguntando ¿a donde voy con esto?... No te apures y seguí leyendo. A veces esa palabra se transforma en 'inútil'. Decirle primero que no deje las zapatillas desparramadas en su cuarto y que no haga renegar a la abuela. Que baje esa música y que no deje de cepillarse los dientes antes de ir a dormir se transforma en 'imposible'. Lo segundo queda postergado con el "bueno, pá"... y es así como noto que el descuido se transforma en desencanto. Sabés, lo he notado triste.
Me gusta la música, pero ahí. Todo a su tono y de acuerdo a cierto pentagrama. Sin embargo uno es el que necesita entender. A los chicos hay que entenderlos. Mi vieja dice que yo era igual "el winco a todo lo que dá". Pero lo que la vieja no sabe es comparar. Comparar un 'winco' con esos equipos sondround de sonido digital que te taladran los oídos.
Necesito reflexionar. El caso de Ariel por ejemplo, a pesar de que todos -cientos de miles de su edad-son similares. De vida simple y no opuesta. El nació a una cuadra de su escuela, con todo puesto diría, en lo que pudimos su madre y yo, todo a mano, colectivo, quiosco, ropa. Tuvo suerte de no trasladarse tanto como otros. Hablamos el mismo idioma, el del 'cole' y ese que se aprende afuera, el de la vida misma. Camina las calles mías, cuando la lluvia hace globitos en los charcos; a las siete menos cuarto de alguna tarde noche, a los dos, nos emociona la música, un gol, la congoja de alguien que se fue. Aquí me paro. A vos Marian te digo, que ni él ni yo, podremos tener una casa con jardín y plantar un árbol. No hace falta que explique. La ida de su madre nos golpeó duro. Su viaje sin retorno, Ariel lo asimila a su forma. Lo moldea en silencio. Quizás con su rezo que no es mi forma. De su madre no habla, no se le cae una palabra, ni un gesto transformado en flor. Al menos delante mío. Cada cuál a su duelo.
Lo he notado triste y sus desvelados ojos notan desencanto y me dije: "Arielito, no te caigas que falta tanto..." Fui buscando por libros como decirle, como loco para hablarle. Encontré pocas respuestas. Los poetas pensé hacen milagros, los poetas convencen por ejemplo, que las rosas son más rosas entre los espinos. Pero como le hablo de poesía si poco escucha. Asumí con asombro:"es verdad, no venía a cuento, y empecé por lo que era menos arduo". Que acomode un poco los papeles, que deje un rato la compu, o saque a 'Flo' más temprano. No supe ordenar las tristezas ordenando eficaz lo cotidiano. A veces pretendo, sabés Marian, ser fugazmente un pequeño Dios falso. Sí, lo admito, ¿quién no? En fin uno lo hace por reflejo, por influjo de amor. Observo procurando acribillar los años que no nos dejan aproximarnos, pidiendo también que se arrodillen culpables esos años. Uno se obnubila y dice a cambio:"por Dios no caigas ahora que la vida está dándote siempre un milagro". Descubro entonces que las vueltas las daba por si acaso. Tuve vergüenza a decirle que le quiero sin mucho preámbulo. Digo: no es sencillo escribir sobre lo humano, "asomate que despunta el sol y no dejes las 'nike' tiradas en el piso".

Ariel despierta. Un ojo espía el reloj y los dedos se estiran hasta rozar el mosáico. Ahí esta la radio, de lado sus 'nike'. El dto. estalla: bajos, guitarras eléctricas, timbales, platillos y algún saxo. Gritos desaforados, feroces, viento joven impiadoso. Aprieta los párpados, junta un bostezo y lo asombroso es que sueña con lo que le dicta ese agresivo ruido. Favio, su primo y una amiga lo vienen a buscar. Dejan el recado de que lo esperan en el bar. Luego, se levanta, abre la heladera y arrasa con todo: yogur, un plato con panqueques, dulces, manteca...Sube el volumen de esa caja con lucecitas y botonera. Mastica, ignora. "¿Porqué antes no estudias un rato?" Un "ufa, pá" infla todo el ambiente. Su abuela recoge el sayo y calla.
Ahora Ariel camina despacio como si el mundo estuviera a sus pies. A esa edad, que más. ¿No Marian? Camina buscando un ritmo, un estilo que todavía no consigue. Vigila orgulloso la estampa de su buzo al compás de la canción que suelta su walkman a los oídos. "Buena la birra esta" agrega mientras se detiene, apoya el aparato sobre el capot de un auto y se ata los cordones. Me enferma ese tarareo, suena a gemido mogólico, y no escuchar música lo hace más evidente.
Tampoco me gusta que aúlle para los demás. Los de enfrente son tipos con esos enormes equipos de audio y la ponen a todo trapo. A nadie le llega hasta los huesos, sino que buscan que suene para los demás, que somos nosotros.
Ariel, sigue, va arrastrando las zapatillas como si estuviese cansado. Dos urgencias dos, le trepan por su pelo y penetra con decibeles de música ligera a sus neuronas: "papi comprame fasos" y manguear unas 'nike' nuevas. "No tengo un peso", dije. ¿Que imaginaria puede armar un pibe cuando se encuentra con sus amigos? Entra al bar. Allí uno puede estar solo metido en sus delirios, bondades del consumismo neoliberal compulsivo: carteles de neón en inglés, dibujos en inglés, mozas en minifaldas de buenas piernas. Se grita, se mastica, se escucha esa música en las rockolas, se gasta dinero y vida estúpidamente. ¿"Estás viejo Danni" dirás Marian? Es karma lo mío. Dos amigas lo esperan junto a mi sobrino. El tema 'Susuki' seis cincuenta, 'Kawa' mil y pico, papafritas, birra y todo condimento de comida chatarra. Alguien se disfraza de 'Prometeo' y desembucha,"cuando cumpla 18 mi viejo prometió una 125" y el viejo no les alcanza para sus fantasías. Y es feo. Ariel inventa. Los viejos prometen, otros viejos, no los de uno. Viene, me pide guita. Extiende la mano y pica el billete. Lo más penoso e que Ariel parece el cajón del juego del sapo, las ventanitas abiertas para tragar todo, folletines, avisos, hamburguesas, marquillas importadas, video y todas las fichas que le tiren. "Es chico todavía", dicen. Todavía existe el viejo que aguanta. Y los abuelos conforman. Nosotros gastábamos lo nuestro también, pero nos pagábamos los gastos, la picha, y los ratones con alguna. Pagué mi crecimiento con creces aunque la vieja diga lo contrario. ¿Qué madre no justifica eso? Crecí limpio, honesto. Hoy son el filo de una moneda. Ven por lo que tenés. "Pero son chicos" defienden. Claro, ¿Como culparlos de los funcionarios corruptos? ¿Del modelo de país?. ¿De los gobiernos? ¿Como culparlos del banquero corrupto? ¿Del profesional? ¿De los poderes económicos? ¿Como salvarlos de eso? Y eso ni nosotros pudimos encontrar respuesta. ¿Entonces? Ya sé que andan con otros problemas, problemas que le caen temprano. Se les miente menos pero la realidad es dura. ¿No es absurdo comparar?...

Ariel a vuelto a casa. Hipnotizado por la guerra del golfo en la televisión anuncia que irá a estudiar de un compañero. La ducha está tibia en este crudo invierno. No quiero revivir nada. Nada de cobardías y vergüenzas. Soy otra clase de 'tipo' quizás. Que no llegó a crecer con su hijo por equis motivo. Eso sí lo asimilo. Sin embargo ¿porqué vive frente al televisor?, ¿porqué no habla conmigo?. Yo no pretendo quitarle nada, pagué y pago; me sacrifiqué en lo que pude para formarlo, para que fuese como yo, en mi línea, solo eso pero dejándome atrás. Siempre los mismos planteos. Después no se banca lo que digo. El golpe fue duro su madre ya no está, y yo vivo lejos en tiempo y espacio.
Lo real es que a veces no somos (los viejos) un buen ejemplo, se nos ve vulnerables, inseguros, cansados, con pocas esperanzas. Habría que maquillarse, además de tirar para atrás el almanaque, poner otra cara, no sé. Contestame Ariel, ¿que pensás de mí? . No te voy a comprar una moto cuando cumplas 18. Es peligroso y cuesta dinero. No me gusta que seas así. Me siento responsable de tu pobreza de adentro, no de tú egoísmo. Soy tu viejo, hablemos claro, ¿qué pensás?.-®

Texto agregado el 29-01-2008, y leído por 317 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
21-11-2016 Muy buena descripción de la acostumbrada relación entre padres e hijos. En este caso agravado por la pérdida de la madre. No hay que desesperar. Y menos problematizarse tanto por no obtener pronta respuesta. Tampoco es bueno acceder a todo. Con el tiempo y más años le escucharás pasar por la misma situación que estás pasando vos ahora. Marthalicia
 
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