Soy el ladrón de esencias,
el que no pide permiso,
una carta en tu mesa,
una amenaza sin aviso.
El frío dormido bajo tu piel,
la soledad al cuadrado,
tu pensamiento de ayer,
o quizás, del invierno pasado.
Soy el último silencio,
tú último suspiro,
quien controla el tiempo
y también tus latidos.
En la pobreza, soy el hambre,
soy para todos por igual,
en tu impaciencia, miel de enjambre,
sin prejuicios ni clase social.
Soy la cara y la cruz,
la bala de plomo,
el aire en tú ataúd,
la sombra de oscuros ojos.
Soy la flor marchita,
el bien y el mal,
en tú lápida una cita:
”Descansa en Paz”.
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