Tras el techo del mundo
Voló mucho tiempo, siempre en dirección vertical, hasta que un día chocó con una pared pintada toda de negro con un maravilloso salpicado de puntos blancos. Era el techo del mundo. Confundido, observó en todas direcciones, la pared continuaba para ambos lados, bajando en forma de semicírculo, interminable, perdiéndose en la penumbra de su propia negrura, jugando a ser cielo. Afortunadamente, levantó la cabeza y encontró una pequeña ventana, ahí arriba, pegada en el techo, boca abajo. La abrió y, al meter la cabeza por el hueco y mirar lo que había, se paralizó, aquella perturbadora escena llenó de lágrimas sus ojos, quería voltear, pero no pudo, tenía los músculos demasiado rígidos, como congelados, no podía moverse del impacto, aquello no podía ser cierto. Intentó volver, huir de allí, pero era demasiado tarde, todo su cuerpo fue succionado en segundos, él lanzaba gritos de horror que llegaban a desgarrarle la garganta, hasta que de un golpe cerraron la ventana y los alaridos no fueron más que ecos apenas audibles.
J.O.O.
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