Aquel día ella dijo: "¡Arráncame la vida!"
Sin levantar la vista de lo que leía, contesté: "Ese es el título de un libro"
Debo suponer que su silencio fue sinónimo de una intensa mirada de súplica. No sé. Lo cierto es que cerró la puerta tras de si.
La memoria indica, que esa vez, yo leía un libro con los ojos húmedos de traición
Texto agregado el 29-01-2008, y leído por 117
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