En mis correrías por Santiago capital de Chile, andaba en busca de una
casita en arriendo para ocuparme de mis asuntos.
Recorriendo la hermosa Comuna de La Reina y en una calle en donde en ambas aceras los plátanos orientales con su altura y tupido follaje permitían la anhelada sombra tan necesaria en estos días de caluroso verano. La verdad, es que me servía de paseo y descanso para la mente: la caminata por sus aceras cuajadas de flores y pasto. Cada casa competía para hacer más hermosa la vista de sus jardines y arquitecturas.

Situado en una esquina, admirando la belleza de una casa de dos pisos. Yo me encontraba de espaldas a una espesa y gruesa pared, que su antigüedad, la delataba los musgos adosados a ella.
Me cae en la cabeza una bolita de papel arrugado; con curiosidad la abro y solo decía “ Quién quiera que seas te amo” .
Instintivamente dirijo la mirada hacia la altura del muro, no se veía a nadie.
Intrigado busco a mis pies y había varias bolitas de papel. Abro una y decía la misma leyenda.

Ya mi curiosidad me desbordaba ¿Qué estaba pasando? ¿Qué juego sería este? Comencé a caminar siguiendo el contorno del muro, encontrándome con una gruesa puerta de esas de roble macizo y a todas luces se veía su antigüedad. Arriba del marco de la puerta estaba la siguiente leyenda que decía: ORFANATO.
Quedé como sin respuesta.

Tocando el timbre de la entrada esperé que me atendieran. Se entreabrió la puerta, unos pocos centímetros, y una voz me dijo: ¿Diga? Respondiéndole: - Desearía conversar con la encargada de este recinto. – Espere por favor, y cerró la puerta.
Esta se abrió y una mujer de unos sesenta años me miro afablemente diciéndome: pase por favor, siguiéndola hasta una oficinita. En el patio se veían muchachitas todas vestidas muy pulcras y cuidadas y por lo que estaba viendo en edades de 5 a 16 años.

¿En que puedo servirlo? me dice. Me presento ante la dama dando mi nombre e indicando que estaba de paso por el barrio, y diciéndole a continuación el motivo de mi visita y de paso entregando el papelito. Lo leyó y su rostro se entristeció, mientras musitaba: María..Maria, mi pobre niña. Al verme un poco atónito, paso a explicarme.
María, perdió a sus padres siendo muy pequeña, ahora con sus 16 años esta despertando a la vida. Y en verdad señor, continuó diciendo; en este lugar recibimos todo tipo de muchachas. Las hay dulces como María y las hay crueles y comprendo que la vida las haya tratado miserablemente. Se dio vueltas y llamando a la secretaria le dijo: Que venga la niña María.

Entra una chiquita de unos 16 años, con su largo pelo en una trenza, con la vista baja, diciendo: Mande usted tía. Hija, le dice la mujer- Mira lo que me a traído este caballero y le muestra el papelito. La muchacha me mira azorada y diciendo Perdón ..Perdón. Solo atiné a decirle: Hija no te preocupes. No vine a reclamar, solo vine a preguntar.


La situación era penosa tanto para ella, para mí y para la directora del establecimiento. Dije entonces No te preocupes más. Acto seguido la chiquita salió de la oficina.

Entonces, la directora me dijo: Tan niña y ya conoce el desencanto de la vida. No ha logrado en estos años acomodarse al establecimiento y no tiene parientes; siendo que otras niñitas las han dejado sus padres por no poder alimentarlas.

Sus compañeras han tratado de integrarla, pero ya han dejado de intentarlo, así que se ha ido ocultando en rincones y mirando siempre al muro.
Ha construido todo un mundo de sueños y fantasías, y continuó: Todas las mañanas al muro que da a la calle se acerca y apoyando su cabecita en las frías lozas pareciendo que esta rezando; entonces de su bolsillo saca una bolita de papel y seguramente cuando ella oye los pasos de alguien en la calle que se acerca, lanza la bolita de papel y suspirando se queda en éxtasis, esperando la respuesta que nunca llegaba. Siempre las inspectoras de patio han traído a María hasta mi oficina acusada de esa conducta.

Señora le dije: Permítame decirle esto. Tengo varios hijos y entre ellos mi hija casada y por desgracia sin descendencia. Si usted me autorizara a efectuar los trámites de adopción, trayendo por supuesto al matrimonio de mis hijos a conversar con usted, sería una solución para la niña. Por el momento quiero hacerle una donación a su establecimiento.
Ella sorprendida me respondió: Gracias señor. Muchas gracias. Esperare la venida de su familia.

Nos despedimos dejándole mi teléfono y dirección y nombre. Cuando se cerro la puerta a mis espaldas, me apoye en el muro, abrí nuevamente el papelito y una ola de recuerdos amargos y dulces me envolvió, mojando mis ojos.
Yo también, a mis 9 años y por la separación de mis padres, fui a dar con mis huesos a un establecimiento de esta naturaleza.

Nomade... Tanto y tanto tiempo que ha pasado