COMO NACE UNA POESIA
La decisión de la señorita Moño, maestra de 6to. grado, fue asignar las dos últimas horas de los días viernes a literatura. Consideraba necesario reforzar algunos conceptos elementales en letras, en particular en aquellos alumnos que continuarían sus estudios secundarios. No se equivocó, había observado que las dos últimas horas de los días viernes eran las ideales, los alumnos prestaban más atención; motivados quizás más por el descanso de fin de semana que por el interés en sí de la materia, pero con el transcurso del tiempo comprobó con alegría que el incentivo era el placer generado por la literatura.
Usaba una técnica muy personal: En la primera hora, uno de sus alumnos leía el texto por ella preparado, despacio, respetando la prosodia y los signos de puntuación.
Las interrupciones se permitían sólo en el caso que no se entendiese lo escrito en el texto. Después de pacientes aclaraciones de su parte, el lector continuaba.
En la segunda hora y para que no perdiesen continuidad, de a uno, en pie en sus respectivos lugares, comentaban el escrito en forma oral.
Se proponían levantando la mano y a su arbitraria elección, ya que su objetivo era la participación de todos, el elegido exponía su comentario. No estaba permitido hablar ni interrumpir, los comentarios se hacían en el debate en la primera hora de castellano de los días lunes.
Consideraba que era un buen método de participación para desarrollar e inculcar a sus alumnos la expresión oral, sería tan necesaria en el transcurso de sus vidas.
El tema de ese viernes había sido “como nace una poesía”, preparado minuciosamente, con sumo placer. La señorita Moño era una apasionada de las letras.
Era una manera de transmitir y expresar el amor que sentía por sus alumnos.
Su alegría radicaba en que tanto el entusiasmo como la participación voluntaria crecían de viernes en viernes. Había logrado interesarlos a tal punto que más de la mitad de ellos no salía al recreo entre la 3ra. y 4ta. hora, ansiosos por prepararse para el posible discurso que los transformaría en protagonistas delante de sus compañeros por algunos minutos. Alguna de las madres de sus alumnos le había comentado que se reunían en grupos en distintas casas los fines de semana con la finalidad de prepararse para el cada vez más apasionante debate de los días lunes.
La primera hora de literatura de ese viernes había pasado.
El tema “cómo nace una poesía” leído y aclarado en detalles estaba por ser expuesto oralmente. La asombró la cantidad de voluntarios que levantaban la mano, intuyó que el tema podría ser un éxito a pesar de que las técnicas de construcción poética y su interpretación no son para nada fáciles. Instintivamente pensó cambiar su sistema, daría la palabra a alguno que nunca se hubiese ofrecido como voluntario.
- Jorge, ponte de pie querido y cuéntanos que es lo que entiendes por “cómo nace una poesía”. Dijo La señorita Moño ante la sorpresa de todos sus compañeros.
Jorge, sentado en el último banco, en su clásica posición, apoyada su cabeza en el puño cerrado de la mano izquierda, mordiendo un lápiz y mirando al cielo por la ventana, pareció no haberla escuchado.
- ¡Jorge, ponte de pie y comenta la lectura! Vives en las nubes, siempre mirando el cielo por esa ventana, duermes con los ojos abiertos. No te has interesado jamás por participar o comentar tema alguno.
- Sabe lo que sucede señorita, a mí no me gusta hablar, me gusta escribir.
Dijo, mientras iba levantándose pesadamente del banco.
- Bueno “m’hijito”, ahora le ha llegado el momento de hablar, así que adelante.
Lo escuchamos atentamente. Enfatizó con energía.
- Sí pero… después que no me tomen el pelo.
- Nadie se burlará de tus palabras Jorge, estamos todos ansiosos por oirte.
¡Verdad niños!, acotó dando una severa mirada afirmativa a toda la clase.
- ...Yo creo que una poesía nace como nace una flor. Balbuceó.
Algunos murmullos y risitas amenazaron interrumpir la continuidad del discurso.
- ¡Silencio! La voz de la maestra sonó autoritaria
- … Continúa Jorge, esperamos tus palabras.
- Yo creo que una poesía nace como nace una flor. Repitió con la voz más firme.
Debemos tener más de una idea para escribir una poesía.
Sería como tener en las manos distintas semillitas, sin saber que flor nacerá de cada una de ellas. No debemos seleccionarla porque sea la más grande, o la más fuerte, o la más linda, es necesario observar todas con atención y pensar cual de ellas es la más apta; Después esperar, esperar todo el tiempo que sea necesario hasta que nuestro corazón nos indique cual es la semillita apropiada.
Cuando nuestro corazón haya elegido, la sembramos en tierra fértil, humedeciéndola con agua limpia y pura, pacientemente, con mucha ternura. Y ya está.
Esa semillita comenzará a germinar, luego a crecer y desarrollarse, a dar vida y entregará mucho más amor del que ha recibido, será todo amor.
Serenos y pacientes esperaremos hasta ver aparecer los primeros brotes.
Las nervaduras son versos que armoniosamente se van acomodando y creciendo dentro de las hojitas que son las estrofas. Algunas hojitas nacerán más pequeñas pero no por eso menos fuertes y necesarias. No en todas las poesías las estrofas son de la misma cantidad de versos. Otras hojitas nacerán débiles; a estas debemos dar ayuda recortando sus bordes con una tijerita con mucho cuidado, para recuperarlas.
Otras nacerán muertas: a éstas debemos arrancarlas suavemente, sin herir el tallo para no desperdiciar inútilmente la clorofila creadora que corre dentro de las hojitas.
Mientras que el tallo crece y se fortalece sin pausa dará vida a nuevas hojitas, dará vida a nuevos versos. Sólo nuestra pasión será capaz de controlar esos versos.
Si en su tallo crecen espinas no debemos alarmarnos, protegen su vida del egoísmo.
Si son tratadas con delicadeza no agreden, sólo debemos limar las puntitas para que no hieran profundo a aquellas personas que las aman. Las espinas representan las verdades que algunas veces son dolorosas.
Y por último aparecerá un pimpollo que nos anuncia de qué flor se trata.
Cuando explota el pimpollo tendremos una rosa roja. Todas las semillas elegidas por el corazón son rosas rojas, por que las rosas rojas simbolizan el amor.
Y esa rosa fuerte, tersa y hermosa no se marchitará jamás, tendrá vida y aroma eterno. Será un poema de amor. Será una rosa profunda.
- ¡Siéntate Jorge Luis!...tus palabras son hermosas y…continúa escribiendo.
La voz de la señorita Moño sonó entrecortada, quebrando el silencio casi absoluto que reinaba en la clase.
El alumno Borges tomó asiento, adoptó su posición habitual y mirando al cielo por la ventana continuó el viaje por sus sueños… es posible que esté sentado en el umbral conversando con el hombre de la esquina rosada o pensando si el Aleph es o no la primera letra del alfabeto hebreo.
Alejandro Casals
Julio 2007 |