Una vez, en un país desconocido, pero similar a todos los que conocemos, un ojo espectador y un oído muy especial, se fijaron en la acción que sucedió en el bosque cercano. En ese bosque había un roble muy muy viejo, que tenia más años que sus hojas y ramas contadas dos veces cada una, era un gran árbol pero los otros árboles eran todos diferentes a él y entre ellos mismos reinaba la diferencia, eran todos mucho mas jóvenes y como sucede muchas veces cuando las diferencias se notan al primer vistazo, todos se burlaban del roble porque era el mas viejo y tenia un aspecto un tanto cansado, como si el paso de los años le hubiera agregado peso en su copa..
Era cosa de todos los días que los otros árboles presumían de sus bondades: por ejemplo el pino le decía que el tenia las hojas súper adaptadas y que en invierno no le pasaba nada, por mas nieve que pudiese acumularse encima, ya que su forma cónica era especial para ese tipo de clima. También estaba el canelo que solía decirle que el tenía un corteza de lo mas deliciosa, ya que mucha gente veneraba el sabor que le agregaba a sus comidas, además decía que su aroma era una maravilla y todos en el bosque admiraban su olor al pasar cerca. También había un boldo, bastante viejo pero ni la mitad de lo que era el roble, y presumía de ser un árbol milagroso, que curaba a las personas y a algunos animales que conocían el secreto de sus hojas mágicas.
El viejo roble, con su aire paciente, solo se limitaba a mirarlos desde su lugar y suspiraba para sus adentros, los otros árboles creían ver en ese gesto una sonrisa de burla y preferían seguir alabándose ellos mismos todo el día.
Pero llego un día por los alrededores del bosque, una pajarita que era de lo más linda, con unas plumas largas y brillantes, aunque eran de un color como si fuera de chocolate, tenían un brillo extraño, ya que al mirarla de diferentes lugares las plumas se tornaban en diferentes colores, según la luz que reflejaran. Un ave fabulosa sin duda.
Pero la pajarita venia cansada, agotadísima mas bien, porque venía arrancando de un cazador que la había visto y la quería atrapar, para venderla en el mercado local.
La pobre pajarita al no poder volar más, se posó en el pino, tratando de ocultarse y descansar al mismo tiempo, pero el pino, al ver sus ramas desordenadas, comenzó a moverse para que se ordenaran y de paso se cayera el intruso que causaba tales estragos en su forma tan perfecta. Con este sacudir de ramas, la pajarita apenas podía sostenerse en las ramas, y como seguía muy cansada no tuvo mas remedio que posarse en el árbol siguiente, en el canelo. Pero en este árbol tampoco le fue mejor; el canelo no la quería porque decía que la pajarita le iba a manchar su corteza y su olor ya no iba a ser el mejor del bosque, entonces también comenzó a moverse y a sacudirse muy fuerte, hasta que la pajarita se cayó al suelo sin poder hacer mucho.
Ya en el suelo, no tenia escapatoria, el cazador la pillaría muy pronto y la metería en una jaula.
Justamente cuando venia el cazador, la pobrecita estaba tan agotada que no pudo hacer mas que ponerse a llorar, no podía escaparse ya y no le quedaban mas fuerzas para luchar, pero cuando se acerco el cazador a atraparla, se escuchó un ruido tremendo, el aire se lleno de sonidos, polvo, hojas, ramas y luego una confusión horrible; el roble se había caído y había tirado con él, a todos los árboles cercanos. Con tanto alboroto, el cazador corrió a salvarse y huyó del bosque.
Y la pajarita en la confusión, se pudo esconder entre las ramas y el polvo. Y cuando el polvo cedió, se dio cuenta que el roble le había salvado la vida, pero como el pobre árbol se había caído, entendió que él había hecho ese sacrificio por ella.
Al pensar en lo que hizo el roble por ella, le dio mucha pena y simplemente se acercó al roble, con los ojos llenos de lágrimas, “tan grande” - pensó la pajarita -“luego vendrán para hacerlo leña y se lo llevarían de su lugar en el bosque”.
La pobre pajarita se sentía mal, no sabia como agradecerle ese gesto de bondad infinita, por alguien tan pequeña cono ella. Tanto se lamentaba la pobre, que apenas escuchó una voz que la llamaba: era una bellota que había caído del roble, más pequeña de lo que era la misma pajarita. La bellota le dijo "pajarita, no estés triste. Nosotros los árboles no tenemos miedo a morir" entonces la pajarita de acercó y le preguntó a la bellota, el significado de sus palabras, a lo que le contestó: "en cada semilla existe una vida para nosotros, si tu la llevas lejos de aquí y la plantas en un buen lugar, estaré otra vez con mis hojas verdes mirando al sol"; entonces la pajarita se llevó la bellota para plantarla en un lugar muy alejado de los hombres y le prometió que cada año cuando pasara por ahí emigrando, pasaría a saludarlo.
Con el tiempo, la bellota se volvió otra vez un roble grande, y todos los años la pajarita pasó a saludarlo y descansar cómodamente entre sus hojas.
fin
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