¡Pobre carne triste!
Pobre “hermano cuerpo” que dijo el doliente
Serafín de umbría:
¡Bulle en ti mi alma vigorosa, ardiente,
Pero ya en tu frente
Riega sus escarchas la melancolía!

¡Vive en ti mi alma que indócil habita
Tu cárcel movible de muros vibrantes,
Donde como un ave de dolor de agita
En red misteriosa de sangre, de nervios
Y fibras temblantes!

Débil cárcel triste:
Sufres y palpitas con tu prisionera
Cual frágil campánula azul que en su cáliz
La abeja de oro retener quisiera.

Arde en ti mi alma: ¡tu pobre bujía,
Te vas consumiendo
Como combustible para su energía!
Brillas, y llorosa te vas derritiendo,
Porque la existencia solo es agonía
Y al par que vivimos nos vamos muriendo.

¡oh, carne! Sintiendo tus vagas congojas,
Del tiempo quisiera detener el paso,
Y soy como un árbol que mira sus hojas
Danzar con los vientos que van al ocaso!

Por ver de los años al rápido giro
De azogado cristal en el fondo
Contemplo tu imagen, y grave suspiro.
¡y un pesar que escondo,
Un pesar que brota cuando así te miro,
Sube hasta mis ojos desde lo más hondo!

¡Oh carne rebelde
Que aun sueñas frucciones y raras delicias:
Carne que has sentido cual plumón de un ave,
Rozar tu epidermis la seda suave
De blandas, rosadas y dulces caricias;

Tú encierras el soplo que alienta mi vida,
El yo que palpita bajo el sufrimiento;
Eres tú la herida
En que esta la daga de mi pensamiento!

¡pobre cuerpo hermano, camarada mío:
Imagino a veces que allá, en lo sombrío,
Brillara mi espíritu entre tus despojos,
Y como una lámpara que arde en el vacio
Mirare el misterio por tus muertos ojos!