me puse frente a una caja musical y de ella salieron tonos que jamás había escuchado. tomé una caja de madera y entré al lugar. un hombre de color se me acercó y con los ojos clavados en los míos, dijo, qué deseaba. la música, quiero llevarme la música..., le dije. se rió en mi cara y luego de voltear a ver a toda su gente que era de color también, respondió que ya, que podía llevarme la caja musical. me alegré mucho y le extendí las manos en señal de gratitud, pero el negro no dejó de mirarme a los ojos y siguió así sin mover un músculo del cuerpo. bajé la mano y me sentí peor que un gusano. cogí la caja musical y en medio de toda esa gente que eran como sombras con ojos de lunas, salí de aquel lugar tan rústico, pero extraño...
ya me había alejado lo suficiente cuando abrí la caja junto a un árbol que estaba cerca de la casa de mis padres, y escuché de nuevo aquellas notas que jamás había escuchado pero que me encantaban... terminé de escuchar y cuando llegué a mi casa les mostré a toda mi gente la caja musical. la abrí pero no salió una sola nota. todos me miraban, expectantes de una mas de mis extrañas experiencias. la otra vez les llevé una capa roja que era mágica, decía yo, que obtuve a un enano en medio del bosque y que tenía la propiedad de cambiar el clima de todo el lugar. fue un fiasco porque la capa, apenas me la puse sobre mis hombros, se deshizo como cenizas... provocando las burlas de mi gente. esta vez, parecía que iba a ocurrir lo mismo, pero, esta vez iba hacer algo de mi parte. sí, tenía que hacer algo ya que mi gente empezaba a bostezar y otros a gestar en tono burlesco. canté, sí señor, canté con todas mis fuerzas y toda mi gente escuchó con los ojos así como los negros, brillantes y llenos de ese aire de sorpresa. canté por varias y horas y a medida que seguía cantando, la caja empezaba a iluminarse hasta volverse en un foco de luz dorada... todos callaron y cuando dejé de cantar, todo el lugar en donde estaba oscureció... grité pero pareció que todo había desaparecido, todo menos la caja que aún seguía iluminando como esas lumbres a punto de apagarse. volví a cantar y la caja volvió a iluminarse hasta que todo el lugar cambió... ahora estaba en una especie de montaña y unos enanos me miraban y con sus frente en el piso, besaban los pasos que hubiera dado... me gustó mucho y dejé de cantar y todo volvió a oscurecerse. cerré los ojos y dormí, y mientras soñaba, tonos que jamás había escuchado sonaron en cada uno de los infinitos sueños que tuve aquella noche, y del cual jamás he vuelto a despertar, o salir...
san isidro, enero del 2008
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