Mientras los aviones cruzan el cielo, como pensamientos que vienen y van, esa voz se apoderada de todo,
Las manos manchadas del polvo de una vida o de mil, que importa.
Un balón rueda por la plaza mientras unos niños corren detrás de ella.
-Señor, me pasa la pelota.
Una línea separa la razón de la locura, mientras las rosas abren su capullo.
Situado en el medio, un hombre, una espalda donde se apoyan dos columnas reduidas de un amor que no entiende y no quiere defraudar.
Nunca los pájaros cantaron tanto a la salida del sol,
Al nacimiento de una montaña por el roce dos continentes chocando el uno contra el otro,
Los aviones cruzan el cielo como pensamientos que vienen y van, que se mecen hasta crear una idea, un concepto, una leve paranoia de un hombre, de una espalda.
El frío puede cubrirlo todo, pero la llama del corazón solo la puede apagar uno mismo,
El tiempo no cura, solamente deja una fea cicatriz.
El tren llega a la estación y la puerta del vagón se abre, movimientos entrecruzados de silencios y miradas perdidas.
Vuelve la voz,
-Señor, ¿Baja en esta parada?
Sigo hacia delante, con una sonrisa escondida, con la única sonrisa que puede tener un hombre, una espalda.
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