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V.3. Reto y necesidades

Había urgencia. No había pasado ni un día y ya tenía concertada la entrevista con el fabricante de Cava. Esta vez, no se trataba de probar suerte por si surgía un trabajo; era imprescindible para poder pagar la luz y los recibos de la casa, además de llenar la nevera para Navidad. Nos citamos en la cafetería de un céntrico hotel y pensé que necesitaba prepararme mentalmente para no traslucir necesidad ni debilidad. Para empezar, debía mentalizarme para ser capaz de transmitir mis valores más visibles, como el don de gentes e incluso, mi aspecto de hombre mundano y experimentado y borrar de mi cabeza, las teorías e indicaciones de la oficina de empleo, orientadas a trabajos serviles, auxiliares y dependientes, donde son más importantes los papeles que los valores personales del candidato.

A preguntas sobre experiencia comercial y trabajos o actividades desarrolladas hasta la fecha, debía mantener una actitud relajada y con total tranquilidad, relatar que hasta la fecha, mi única ocupación había sido viajar, conocer y disfrutar de una vida acomodada que me regalaron mis padres pero, cansado de lo mismo y convencido de mi capacidad para cosas más útiles, estaba deseoso de probar suerte y demostrarme capaz en cualquier trabajo que me gustara. Y parecida postura, sobre títulos y certificados de estudios, en el sentido de dejar bien claro, mi paso por la Universidad, academias de idiomas y centros donde aprendí informática y el manejo de Internet. En todo momento, debía dar la impresión de no tener ninguna especialidad concreta y que tampoco me interesé nunca por los papeles de los títulos; esa teoría, sería validada por mi aparente desahogo económico y mis propias metas, más en la idea de ser que de parecer.

Debía intentar situarme a la misma altura y con el propósito de plantear un negocio que nos beneficiaba igualmente a los dos: el fabricante tenía un cava que deseaba vender y para conseguirlo, necesita de un vendedor; yo podía ser el vendedor, empleando tiempo y esfuerzo hasta conseguirlo. Si funcionaba, los dos habríamos realizado el negocio.

Llegué puntual a la cafetería y sin preguntas ni titubeos, me dirigí al único cliente sentado en aquel momento: un rubio pecoso y de cabello ensortijado, estatura media y con algo de sobrepeso y más apariencia de fabricante de whisky que de bodeguero de cava. Se levantó sonriente y me saludó con un apretón de manos tan fuerte que casi me descoloca, a pesar de lo cual, me pareció una excelente señal.

Hubo una escueta mención al desfile militar y al encuentro con nuestro común conocido para, inmediatamente interesarse por mi interés en su producto. Sin pretenderlo ni siquiera con un mínimo esfuerzo por mi parte, expuse mi nulo interés en productos, empresas o actividades pero, que disponiendo de tiempo libre, podía desarrollar trabajos temporales o a media jornada. A medida que avanzaba la entrevista, se iba relajando su compostura protocolaria de alto ejecutivo y sus escasas preguntas, empezaban a centrarse en el conocimiento urbano y mis posibles contactos con responsables de establecimientos hosteleros. A la hora, ya me había ofrecido la posibilidad para representarle en la campaña de Navidad, en el sector hostelero de la ciudad; no serían de mi competencia: supermercados, grandes almacenes ni economatos.


Percibiría una comisión del importe de las ventas, que se liquidarían a final de mes, sobre el importe total de la mercancía servida y cobrada. Había 4000 cajas en stock y el cálculo que hizo de las comisiones que me corresponderían por la venta de 500, me garantizaba suficiente dinero para vivir tranquilo en mi casa, unos cuantos meses. Acepté con la condición de que, en ningún caso me ocuparía de realizar repartos, cobros u otras gestiones ajenas a la propia venta y para empezar, contaría con 10 cajas, sin cargo alguno, para promoción y prueba en los locales que considerara oportuno. Como oferta de campaña de Navidad, estableció una serie de promociones, con descuentos y regalo de mercancía, que me parecieron interesantes.

Pedí confirmación por carta de nuestro compromiso y le facilité datos completos para constancia en archivos y para imprimir las correspondientes tarjetas comerciales, con mi nombre y mi pertenencia a su Empresa, como “Delegado de Ventas”.

No hubo necesidad de aportar acreditaciones académicas, referencias de trabajo, ni curriculos adornados. Ambos arriesgábamos para hacer un negocio y el mío, era el primero en aventurar un trabajo para un resultado incierto. Me sentía satisfecho de la entrevista y del resultado; en gran parte superados, gracias a que tenía un reto y unas necesidades que no podían esperar más tiempo.

Texto agregado el 25-01-2008, y leído por 548 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-01-2008 Sigo enganchada a estos textos.Es un seguir una vida interesante,en este caso laboral.Puedo decir que en estos momentos es lo mejor de esta página.Estoy aprendiendo a narrar y a disfrutar.Gracias. desayunocondiamantes
25-01-2008 puse a hervir un caño de cantera y resultó una sopa de mosquitos Rancho_Mental
25-01-2008 Empiezo a tener la sensación de estar perdida en una narración sin un destino claro, leerte es como un acto de fe (ciega como toda fe, jeje). Saludos eride
 
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