Deformaciones oscuras sobre el cesped,
prestas a formar fantásticos mundos
apenas sostenidos por un hilo de razón.
No llamen a la puerta del recuerdo,
no irrumpan en negras reminiscencias
de noches cerradas sin luna roja.
La espalda apoyada contra el muro,
los fríos y verdes solitarios ladrillos
clavándose en mi omóplato y las caderas.
Tu imagen lascerándome el corazón,
sostengo ya la muralla de la soledad
en mis hombros desnudos de pudor.
Un manto de tierra húmeda te cubre,
abrigo barato para tu frío eterno
sobre el cristalino brillo de tus ojos.
Ya estarán los gusanos acariciándote,
paseándose por tu ardiente voluptuosidad,
retorciéndose y engordando entre tus senos,
resbalando indiscretos de tus nalgas,
colgándote del cuello grávidos de alimento,
pendientes de tus orejas en danza,
confundiéndose entre tus falanges,
hinchando perversamente tu cuerpo,
creando la etérea belleza imperecedera,
con los trozos de tu carne pútrida.
Envidio su lento y constante actuar,
prolongando el placer de poseerte,
robándome para siempre tu amor.
Dejándome los huesos de la memoria
desparramados en mi frío pensamiento,
para que solo luche con el tiempo.
Y en su suave brisa cáustica,
no pierda lo único que quede
al finalizar los gusanos su festín. |