El silencio reina en el pueblo, el calor sofoca los sentidos mientras el sol se impone en una tarde desafiante…Rodrigo Altamirano estaba sentado frente al mar oscuro del pacifico, con un lápiz rojo en la mano y un puñado de papel arrugado por la ansiedad, escribía historias ficticias. Esta tarde estaba decidido a plasmar en sus papeles un mundo nuevo donde las pasiones de los hombres no estuvieran seguidas por la sangre de inocentes…como por mucho tiempo lo había vivido en carne propia. Respirando un aire espeso, que con dificultad entraba en los pulmones, Rodrigo empezó a describir un mundo en el cual las nubes formaban figuras extrañas de colores diversos, un mundo donde los pájaros no eran cazados, sino que se casaban en las copas de los árboles mas altos, donde el sol era el anfitrión de la ceremonia, un mundo donde el agua era tan pura y transparente que el alma quedaba limpia con solo sentirla…Rodrigo soñaba con un paisaje perfecto, donde vivía una princesa…una mujer delgada de piel como la noche y ojos como el día, con una sonrisa perfecta que desdibujaba la belleza del paisaje, y unos senos tan hermosos en los que cualquier hombre soñaría perderse, una guerrera oscura que susurraba al viento canciones de amor mientras batía los frutos que con destreza recogía… Rodrigo describía a esta mujer como nunca había descrito a nadie… Rodrigo parecía enamorado de un sueño, de una utopía que solo vivía en su mente…el tiempo pasaba y el calor abraza con mas fuerza. Rodrigo ya tenia la protagonista de su histeria, solo faltaba la pasión que redimiría la vida de aquella princesa… Rodrigo suspiro viendo al mar oscuro y pensando en aquella pasión, mientras tanto en el horizonte insospechado el sol moría dándole paso a esa brisa que aliviana el aire y refresca el alma…Rodrigo pensaba, soñaba, aguardaba utopías que no llegaban; de repente un desespero se apodero de su cuerpo y de un solo golpe azoto el puñado de papeles que sostenía entre sus manos… la noche taciturna lo abrigo, se dirigió a su casa con una desazón inmensa…cuando entro a su cuarto que solo guardaba una cama vieja y montones de libros se encontró de nuevo con su soledad y recordó que en aquel cuchitril nunca entraría una princesa como la que acababa de ver en la quimera de sus sueños. El cuarto todavía guardaba el calor sofocante del día, Rodrigo se tiró en su cama e intento sumergirse en una lectura más asfixiante que el bochorno de su cuarto…Rodrigo que por esas cosas de la vida terminó en aquel pueblo dictando algunas clases de filosofía, recuerda que su vida antes fue mejor, pero por esas locuras que causa la juventud y las lecturas endemoniadas, termino ahí, en un cuarto de mierda viviendo una vida de escritor fracasado, vistiendo como profesor cansado y con un significante miedo a la sociedad…
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Rodrigo se quedó dormido con el libro en la mano, afuera la noche estaba apunto de ensañarse contra aquel pueblo que nadie recuerda y como en un aplauso inseguro empezaron a caer las gotas unas de tras de otras, el infierno hecho tormenta se vivía afuera, y Rodrigo se sumergió en un sueños tan inconciente como se había hecho su corazón, la lluvia golpeaba implacable contra la precaria morada y en la calle el agua arrasaba con todo a su paso, de pronto un golpe seco estremeció la puerta, Rodrigo todavía inconciente dentro de su sueño creyó que había sido el cielo que estaba maldiciendo dentro de la tormenta, pero de pronto otro golpe, Rodrigo se sobresalto y se despabilo para mirar quien podía estar afuera con semejante tormenta. Al abrir la puerta se encontró con una imagen que nunca podrá olvidar, una morena alta seductora con la piel mojada de sentimientos y confusión, con un vestido roto por el apuro y la fuerza, aquella mujer tenia los ojos tan claros como el día y un cuerpo tan perfecto como el ansia de Rodrigo… estupefacto todavía por la belleza de la mujer, Rodrigo le permitió seguir, ella se sentó en un taburete que Rodrigo tenia en un rincón del pequeños cuarto, le ofreció una toalla para que se secara y ella con una dulce sonrisa se la recibió, él se sentó en su cama mientras observaba impávido a aquella extraña, lentamente se percato que su vestido estaba roto y sus manos manchadas de sangre revuelta con agua, parecía como si hubiera acabado de salir de una lucha perspicaz, pero su rostro no reflejaba el fragor de una batalla, al contrario, estaba en una paz tan intensa que Rodrigo se sentía contagiado; después de un largo silencio, él se decidió a hablarle, quería preguntarle qué le había pasado, porqué se encontraba en ese estado y porqué había ido a golpear donde él, pero cuando intento abrir su boca para preguntar, ella con un delicado movimiento, como si supiera lo que iba a hacer le rozo los labios con uno de sus dedos en señal de silencio, y como por una magia extraña aquella princesa eterna se levanto de aquel sucio taburete y con un gesto de compasión indescriptible abrazó a Rodrigo y lloró sobre su hombro…él no recordaba haber visto llorar a alguien de esa manera, las lagrimas recorrían la piel de aquella mujer, como una historia llena de conflictos y luchas. Rodrigo aun no entendía que estaba pasando, pero la seguía abrazando como si fuera su deber hacerlo, en un momento de clama la mujer con su rostro mojado por las lagrimas le gritó como a nadie -¿Por qué, porqué no me querías dejar salir, porqué siempre me tenias que aplastar bajo las quimeras y utopías que haces mientras sueñas?- Rodrigo no entendía lo que estaba pasando, su razón le decía que sacara a esa mujer de su cuarto, que simplemente era una loca, pero su corazón, su alma le decían que la abrazara, que la amara, que aquel rostro hermoso era conocido…mientras Rodrigo pensaba todo esto ella se acerco tanto a él que sin remedio alguno sus labios se estrecharon en un frenesí incontrolable, él no recordaba cuando había sido la ultima vez que había besado a alguien, se besaron bajo la furia de un cielo que no daba tregua, Rodrigo recorrió aquel cuerpo tan despacio y suave como podía, esperando nunca olvidar cada sensación, lentamente quitó el vestido que envolvía la silueta de aquella guerrera y con un inconciente amor se sumergió en unos pechos que oían a lujuria y bajo el ruido que producía la lluvia Rodrigo se entrego a aquella extraña que lo amo como nunca antes nadie lo había hecho…la lluvia atenuó dándole paso a un sol que pedía su espacio, el aire estaba lleno de humedad y Rodrigo despertó con una extraña sensación, su ropa estaba empapada en sangre y su frente todavía sudaba, miro a su alrededor y estaba tan solo como siempre, ese día Rodrigo fue a escribir como siempre frente al mar oscuro del pacifico, y cuando leyó lo que había escrito el día anterior rompió la hoja y en una hoja nueva escribió: “no existe pasión, sin sangre, ni dolor…
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