Una área de su piel se tornó roja, caliente y dolorosa. La lesión era muy diminuta. Progresaba lenta. No prestaba la mínima importancia. El centro empezó ha llenarse de pus. Aquello se diseminaba con rapidez pasmosa por todo el cuerpo. En media hora, el hombre era un quejido mortificante; a la hora; un dolor irresistible; a la hora y media, su cuerpo, una gran extensión de pus que discurría por donde daba paso. A las ocho horas, el furúnculo de origen microscópico, era ya, un enorme entierro.
Texto agregado el 24-01-2008, y leído por 104
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Lectores Opinan
24-01-2008
A veces determinados sucesos terminan tomando toda nuestra vida casi sin darnos cuenta.
Saludos! brizna
24-01-2008
cacahuates a mil o carritos sin ceniza, nadie sabe Rancho_Mental
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