PRISIONEROS


Besar tus manos era,
como esos cuadros
detenidos en la gloria
de la eternidad.
Acariciar tu rostro,
como un río de júbilo
conquistando la lluvia,
en el elegante santuario
de la tristeza.
Nuestros temblores,
chocando en el misterio
de una habitación siniestra.
El silencio chocando,
en el vino sensual
de las palabras inutiles,
fantasmas oscuros
deslizándose por la humedad
de nuestra piel calcinada.
Un bosque encantado,
en donde las hadas
brindaban armoniosamente
por nuestra majestuosa traición.
Bastaba reencontrarse en el fuego,
para que las horas pasaran
como moscas ebrias.
Eramos prisioneros
de una ternura atroz
huellas de placer hundiéndose
en la herida del destino.