No podía ser que yo buzo experimentado, tuviera esa clase de sueños que me dejaran mal y con tantas dudas. Y decidí hacerle frente yendo al mismo lugar den donde se han originado. La Poza Azul.
Como la polilla atraída por la llama de la vela, una vez más y solo desatraque la Lucero del Alba, comenzando la navegación hacia el sur de Arica.
A unos trescientos metros de la costa y para mi suerte la mar se encontraba tranquila, especial para bucear. Habían cinco botes de mariscadores; esos muy cerca de la costa.
Dos anclas una de proa y la otra de popa, las deje que se deslizaran hasta el tope, sabiendo que colgarían ya que la profundidad era enorme. Yo solo intentaría bajar treinta metros, eso si, esta vez con tres cilindros de oxigeno amarrados a mi equipo de buceo autónomo.
Haciéndole un cariño en la borda a la lucero del alba, me lance al mar,; ajustando las válvulas y el control de profundidad atado a mi muñeca y como había divisado tiburones, algo extraño por estas costas, había atado un cuchillo dentado por si acaso.
Bajando pausada y lentamente fui recorriendo con la mirada. Hacia la playa se podía ver el muro como se descolgaba con su interminable amasijo de piedras y boquerones, seguramente dejados por antiguos terremotos o maremotos. Debajo de mis pies una negrura que la luz solar no podía penetrar.
Quince metros y todo en silencio solo el burbujear del equipo que me mantenía con vida. Que gran invento; te felicito Jacques Custou.
Veinte metros y casi no había luz solar. Decidí acercarme a la costa para examinar las cavernas. Son inmensas sus entradas. Tengo una linterna amarrada a mi brazo izquierdo, pero me doy cuenta que tendría que haber me sumergido con una más potente. Bueno ya estoy aquí, nada se puede hacer.
Ingreso en la caverna y veo algo extraordinario y que de acuerdo a lo que leído y visto en cable TV, eso sucede solamente en las grandes profundidades y donde existen peces y crustáceos luminosos, y usan esta característica para cazar y alimentarse.
¿Pero aquí a veinte metros de profundidad? Instintivamente mire el control de profundidad y me decía veinte metros. Más tranquilo fui nadando hacia el interior acercándome a las luces que eran de un azul verdoso, algo así como las antiguas manecillas de los relojes.
Voy llegando al muro, no eran animalitos; era algo así como ¿Piedras? piedras. Nunca había visto eso y cuando me acerque y toque una, su luz se acrecentó iluminando mi mano y mi traje azul oscuro.
En ese momento sentí como se iniciaba una especie de corriente marina que hacía difícil mi natación y me atraía más hacia el fondo de la caverna.
Sigue….No se enojen
Nomade…sintiendo
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