Una vez tuve un sueño, no de esos como ganar un mundial o ver realizadas utopias socialistas,
sino de los que se sueñan de los ojos cerrados para adentro.
Era un sueño bastante simple, absurdos y mas absurdos hasta llegar a una muchacha amada,
que daba la casualidad (vaya casualidad!)que ella correspondia semejante atrevimiento. Besos suaves y caricias
que rozaban la mariconeidad, pero sobre todo, esa paz que dicen que solo brinda el amor verdadero.
Nada excepcional para un sueño, salvo que esta vez soñè que otras veces habia sido un sueño,
pero esta vez era real.
Hasta que me desperté, no sin esfuerzo, porque nada me llamaba a despertar,
salvo el despertador y las obligaciones cotidianas,
en cambio, una nube pegajosa me arañaba desde el sueño y se fundia en la semi lucidez de la mañana,
y entrar en conciencia de que todo habia sido producto de la imaginacion, si es que es desde alli de donde salen,
me dejo enfrentado cara a cara con la soledad.
La soledad nunca habia sido algo lacrimogeno para mi, sino que mas bien tenia sabor a anhelo, a libertad,
a aventuras cumplidas, por ahi demasiadas, al punto que la mayoria quedaron sepultadas en un pantanoso olvido.
Pero despues de ese sueño, o mas bien, despues de despertar por la fuerza de ese sueño, me quedo un sabor extraño,
una duda suavecita, y para no desesperarme, tuve algunos intentos, aunque nada era comparable claro.
No soy de forzar las cosas, asi que me dije y me repeti, que si algo tiene que llegar va a llegar solo,
(bueno, todo requiere cierta ayuda, pero se entiende), nada de ir por la vida como un cazador de femeninos,
un recolector de cruces, un gil.
Podemos echarle la culpa a aquella estrella fugaz, o a la otra, o a cierto escritor trasnochado, o al azar,
pero esta mañana no es que se haya cumplido un sueño, un milagro me besaba los parpados desde afuera.
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