1. Photoshop

Me avisaron por teléfono para el curso de Fotografía, de tres semanas de duración en clases de 2 horas y de lunes a viernes. Consideré que 30 horas son más que suficientes para el manejo de cualquier máquina, por complicada que sea, máxime si se imparten por la mañana. Empezamos 12 alumnos; la mayoría, más interesados en no perder derechos de la cartilla del paro, que en adquirir algún conocimiento. Me sorprendí al saber que aquello equivalía a un trabajo remunerado: para los que cobraban paro, si no asistían, lo podían perder y a los parados de larga duración (y que no cobraban pero tampoco conseguían trabajo), les pagaban por asistir al curso.

Muchos, se conocían de otros cursos por saludos y comentarios que se cruzaban y solo tres, nos acompañábamos con la máquina de fotos, el librito de instrucciones y un cuaderno para notas. Nos habían citado en un Aula con capacidad para más de 20 alumnos, pero solo contaba con 6 ordenadores que ocuparon, inmediatamente, los más resueltos y con aparente familiaridad con el entorno y el resto, quedamos de pie esperando la llegada de algún responsable. El curso lo impartiría una joven profesora que apareció enseguida, con varios papeles mal colocados entre las manos y sensación de faltarle tiempo. Indicó que nos sentáramos de forma que cada ordenador pudiese ser utilizado por dos alumnos y pasó lista. Al percatarse de nuestras máquinas, advirtió que ella de máquinas y de fotografía no sabía absolutamente nada y por tanto, evitáramos cualquier pregunta sobre máquinas, lentes, enfoques, resoluciones y cuestiones relacionadas con la obtención de las fotos; el Curso era exclusivo para tratamiento de fotografía digital y más concretamente, como inicio para el Photoshop.

Empezó la clase, diciendo que daba por hecho que todos manejábamos el teclado con soltura y que conocíamos el manejo del ordenador. Solo yo levanté la mano para señalar que apenas me manejaba para jugar al solitario y enviar algún mensaje, lo que provocó risas y alguna mirada impertinente, que pasé por alto. A los dos días y ya metidos en materia, algo inflado y con el orgullo de quién acaba de ganar una partida, resolvía con rapidez y eficacia los ejercicios y problemas que se iban planteando, y de rebote, cierta simpatía por parte de la profesora.

Las 30 horas, apenas sirvieron para modificar y cambiar de traje a los personajes de un par de fotos antiguas, a pesar de los esfuerzos y preparación de la profesora. Saqué la conclusión de que para estudiar, no es necesario ser muy inteligente, ni disponer de los mejores materiales: lo primero que se necesita es interés y añadido al interés, el esfuerzo y un algo de disciplina; si eres inteligente y tienes interés y te esfuerzas y cuentas con los medios y materiales adecuados, puedes alcanzar el sueño que te propongas. Lo malo, en mi caso, es que me doy cuenta muy tarde y ya perdidas las oportunidades por el paso del tiempo. También me di cuenta que lo importante es ponerse, hacer algo, buscar un hueco, que seguro que hay sitio para todos.

Este curso, al que asistí por casualidad y sin otra intención que mejorar mis posibilidades con la máquina de fotos, me introduce en el mundo real de la gente, a la que empiezo a descubrir en una imagen diferente a la que contiene mi cabeza. Empiezo a no sentirme tan inútil.