Cuando la historia apenas empezaba a escribirse, cuando el sol era joven y la luna mas brillante, y los hombres acababan de llegar al nuevo continente, una tierra virgen y desconocida para todo el mundo, en la que solo, los mas fuertes, intrépidos y arriesgados cazadores, se atrevían a aventurarse, entre un mar de selva tropical virgen, bañada con inmensos árboles que habitaban allí desde tiempos milenarios.
Cuando los hombres llegaron al nuevo continente, algunos se quedaron en el norte, pero los que tuvieron el coraje de arriesgarse y aventurarse hacia el sur encontraron las tierras mas prosperas y hermosas que nadie jamás había conocido, sobre la faz de la tierra, justo después de pasar por el sendero en el que el mar parecía verse a ambos lados del camino.
Y quizás por la belleza inmaculada de estas tierras vírgenes o por la indiscutible mezcla de culturas que el exilio desde el viejo continente les había obligado entre su gente, allí en medio de estas hermosas tierras, nació Sulata, una mujer con una belleza incomparable, de ojos grandes y soñadores, ademanes delicados, dignos de la realeza, piel morena y un cuerpo que arrancó suspiros a lo largo y ancho del nuevo continente, su belleza era tan inmensa que trascendió los limites de las pequeñas tribus, convirtiéndose en una leyenda que se recordaría generación tras generación.
Jarawi era un hombre pequeño y poco dotado para las actividades físicas y de caza de contextura delgada y poca musculatura, pero muy versado en el manejo de la palabra, sabía miles de historias, algunas las conoció escuchando a los ancianos de la tribu en sus interminables charlas sobre el pasado, y otra las encontraba escondidas en medio de las piedras, los árboles y los animales de la selva, y otras pocas escondidas en lo mas recóndito de su imaginación, tan grande era su don que sus historias al igual que la belleza de Sulata se convirtieron en grandes leyendas con el pasar de los años.
Cuando Jarawi vio por primera vez a Sulata, quedo perdidamente encantado y deslumbrado con su belleza, se perdió en el claro mar de sus ojos, y sintió como su corazón latió con tal fuerza, que pareció apunto de estallar, cuando Sulata, lo miro brevemente y le sonrió, con esa inmaculada sonrisa, ya muy conocida por todos, que la hacia parecerse tanto a un ángel, que años después la leyenda narraba que, cada vez que Sulata sonreía, un rayo de luz se abría paso entre las nubes y la iluminaba, por que hasta Dios se tomaba un descanso para mirarla sonreír, cuando Jarawi trato de devolverle la sonrisa, ella ya estaba muy lejos como para alcanzar a verlo. Pero desde ese día, se prometió dedicar sus días a enamorarla.
Durante varios años Jarawi trató de enamorar a Sulata, pero su gran belleza también parecía haberla hecho inmune a los encantos de los hombres, Jarawi se empeño tanto en enamorarla que se olvido completamente de sus eternas compañeras las palabras, y se dedicó a aprender las milenarias artes de la cacería, creyendo así poder enamorar a la hermosa Sulata, pero tarde se dio cuenta, que el no era el único que quería conquistarla, que como él, los mejores cazadores de todo el nuevo continente, le llevaban las mejores partes de sus presas, collares hechos con dientes de las mas fieras criaturas de la selva, y muchas de sus pieles. Entonces Jarawi, viendo su grave error se dio cuenta que no había nada nuevo ni diferente que pudiera ofrecerle a Sulata, pero entonces en medio de sus pensamientos, renacieron aquellas fantásticas historias, que solo el conocía y que se conservaban intactas en su memoria.
Así fue como Jarawi llegaba cada noche a buscar a Sulata la llevaba a un pequeño claro en la selva completamente rodeado de árboles, en cuyo centro habían dos grandes rocas con forma de corazón, en las que cada noche, se subían y se acostaban mientras Jarawi le relataba las mas grandes, fantásticas y hermosas aventuras, que parecían recrearse antes sus ojos, en el mar de estrellas, que observaban a través de su privada ventana al universo. Todas las noches Jarawi le contaba una historia diferente, y cada vez que terminaba de contarle una historia se sentaba, la miraba a los ojos, luchando contra el deseo de perderse en ellos, y le preguntaba, -¿puedo robarte un beso?- y todas las noches Sulata le contestaba que no, pero que volviera a la noche siguiente.
Así lo hizo Jarawi durante algún tiempo, creando, cada noche una historia diferente para complacer a su amada, hasta que un día que Jarawi llego a buscar a Sulata, esta no estaba en el sitio habitual, se extraño, pero sin embargo se dirigió al claro de las rocas con forma de corazón, siguiendo un presentimiento que había nacido en su pecho, allí sobre las piedras encontró recostada a Sulata, mirando el cielo estrellado, el se acerco, subió a las piedras, se recostó junto a ella, y cuando se dispuso a comenzar una nueva historia, Sulata se sentó, lo hizo callar, lo miro a los ojos y le replico en tono autoritario, -por favor deja de insistir, nunca vas a poder robarme un beso-, luego bajo la mirada, y se quedo así, completamente callada, Jarawi no entendía que estaba sucediendo, pero esas palabras lo destrozaron, sintió unas ganas incontenibles de llorar, y cuando estaba a punto de levantarse e irse corriendo, Sulata levanto la mirada, y con los ojos mas grandes claros y brillantes que nunca, le repitió, -nunca vas a poder robarme un beso, por que desde hoy mis besos son tuyos, desde hoy te regalo mis besos-, y se fundieron en un beso, que nunca nadie pudo separar.
Y cuenta la leyenda que allí se quedaron para siempre, fundidos en un beso eterno, y que aun hoy en ese mismo lugar se pueden ver las dos piedras en forma de corazón, y solo aquellos que han dejado entrar el amor en sus vidas, pueden alcanzar a ver las fantásticas historias de Jarawi, narradas por las estrellas, al asomarse por aquella pequeña y privada ventana al universo, que el amor creo. FIN
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