Las Manos en el Arado Que difícil es arar sin cuartero en la mañana con una sed sofocante y el agua la vemos lejos. Encontramos en el surco peñascos duras raíces y las fuerzas se desgastan por tan intensa labor. El sol curtiendo el camino con su implacable castigo comienza a mermar las fuerzas. Pero al mirar hacia adelante distinguimos nuestra cruz. Las aflicciones afloran cuando abrimos los caminos que nos llevan a la luz, por no soltar el arado para no volver atrás. En la faena del día recorriendo bien los surcos derramamos entre ellos pequeñas gotas de amor. Pero al terminar el día le damos gracias a Dios por permitir en su arado las manos de un pecador.
Texto agregado el 23-01-2008, y leído por 92 visitantes. (2 votos)