NEREIDA
Poseemos una lancha sólida, de dura madera bien construida, que adquirimos hace algún tiempo para el trabajo que deseábamos en el mar de Arica.
Carlos y yo somos amigos desde nuestra infancia y cuando cometíamos una trastada, la mama de mi amigo nos felpeaba a los dos, como si fuéramos hermanos. Yo también le decía mama, con mucho cariño y respeto.
Ambos habíamos logrado terminar nuestros estudios de cuarto medio sin ninguna dificultad.
Carlos seguía estudiando en la universidad y yo me había auto graduado de buzo marítimo. Y teníamos especial respeto y cariño al mar nuestro, y no nos cansábamos de sorprendernos de las maravillas que había bajo la agitación de las olas.
Es así como la Lucero del Alba, nombre de nuestra embarcación estaba lista para recibir una veintena de turistas, ansiosos de navegar por la costa de Arica.
Estábamos bien premunidos de artículos de salvataje, como flotadores y chalecos salvavidas, en su color distintivo anaranjado fuerte. También y para alegrarles el viaje, llevábamos termos con te y café y algunos bocadillos, para el viaje.
El mar se portaba a la altura de su hermoso nombre, Pacífico, bautizado por ese loco conquistador, que de seguro nunca le toco una de esas tormentas de invierno.
Pero en una ocasión que hicimos nuestro acostumbrado viaje por la bahía con los turistas, ocurrió lo impensado. Comenzó a soplar un vientecillo del sur y las olas se encresparon, en el mismo momento que estábamos tomando nuestra colación y comenzó la hecatombe. Se descompusieron y todos comenzaron a vomitar, fuera de la nave y dentro de ella. Mi amigo y yo corríamos para tratar de calmarlos diciéndoles que no miraran el oleaje
que se concentraran en fijar la vista en sus pies. Pero nadie hacía caso todos tenían la vista fija en el mar y en la costa, y vómito y más vómito.
Esa ocasión nos hizo pensar que sería mejor navegar, un poco más al sur por la costa, en donde a la altura de los farellones costeros, el viento no causaba esos estragos. Y es así como llegamos a un lugar de la costa que se llama La Poza Azul; nombre que se arrastraba de antigua data, debido a que sus aguas eran de un azul profundo, distinto al azul verdoso del resto del mar costero.
Esto era por la profundidad de esa poza; quizás más de dos mil metros por cinco millas de diámetro.
Un día que estábamos con nuestros turistas navegando ya muy cercanos a la poza azul, vimos las estelas de peces que en un principio creímos que eran tiburones. Carlos decía en ese instante – Miren por el costado de babor, sus aletas sobresalen de la superficie y no son de tiburones, son de delfines los mamíferos inteligentes del mar.
José me dijo Carlos- observa, algunos no tienen aleta que corta el agua como lo tienen los delfines.
¿Que serían esos animales? La curiosidad les apretaba la garganta. Nos mantuvimos en silencio, solo dedicados a atender a los pasajeros que estaban extasiados contemplando las maravillas de la vida del mar.
Amigo, me dijo Carlos –Que bichos raros hay bajo las aguas y siguió – Ahora resulta que hay calamares de hasta 10 metros de largo Y no se habló más del asunto.
Dejamos nuestra lancha atracada en su lugar hasta que hubiera nuevo pasaje, y despidiéndonos; Carlos se dirigió a su casa en los altos del Morro. Yo vivo en una casita pequeña, especial para solteros. Diminuta. Un dormitorio, un comedor, un baño y una cocina. Todos liliputienses, pero prácticos para mí.
Yaciendo en mi lecho y medio durmiendo, me vi a mi mismo sumergido como entre dos aguas en la poza azul, nadando con mi equipo de buceo autónomo y yendo mas abajo, mas abajo; hacia la negra hondura del abismo sin fondo. Cuando veo con preocupación mirando mi reloj de control de descenso que, había sobrepasado la profundidad de veinte metros para los 30 minutos necesarios para ir y volver.
Devolviéndome y con desesperación comienzo a nadar rápido hacia la superficie. Con un grito gutural de auxilio, se me atraganta en agua de mar, despertando bañado en transpiración en mi cama. No volví a dormir esa noche. Por primera vez le temí al océano. Ese llamado Pacífico
Continuará
Nomade…pensando
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