Ayer soñé con Marduk , soñé que estaba sentado sobre la cima de un gran peñasco, y allí, en lo alto, se decía: “¿Por qué desaté esa tormenta hermosa e intensa que de pronto no puedo controlar? ¿Por qué hice surgir ese río? ¿Por qué hice lo que hice para que la lluvia no dejará de cesar? ¿ Acaso fui conciente de lo que hacia? Y si lo fui, ¿por qué lo permití? ¿Acaso pensé que eso era un juego? No. No lo fue. No lo es.”
Luego soñé que Marduk volteaba a su lado, donde estaba una sobra que no recuerdo de quién era. Marduk le decía a la persona dueña de esa sombra: “Y tú, ¿por qué lo permitiste? ¿por qué lo aceptaste? ¿por qué elegiste decir sí a esta tormenta, a este río, a esta lluvia? ¿por qué, siendo esto cuestión de dos, siento que yo tengo la mayor parte de la autoría y del peso?”
Ya casi al fin de mi sueño, Marduk le dijo a su soledad: “Hermana y Amiga mía, ¿por qué tengo miedo de que la tormenta no pare? ¿por qué tengo miedo de que pare la tormenta?, ¿por qué tengo miedo que ella [la persona dueña de la sombra] no me ha dado motivos para detener la tormenta? ¿por qué, en definitiva, tengo miedo de no poder bailar bajo la tormenta, de no bañarme bajo la lluvia y de no beber de ese río?
En ese preciso momento desperté. Pero no sé porque ahora mismo tengo la certeza de que la respuesta a la última pregunta del Marduk de mi sueño es la siguiente: “Porque tienes la mente puesta en el hecho de que ,aunque bailes bajo la tormenta, aunque que te bañes bajo la lluvia, aunque bebas de ese río, dicho baile, dicho baño y dicha bebida será en otra tormenta, en otra lluvia, en otro río, respectivamente. Porque, en suma, toda tormenta suprime a otra tormenta, toda lluvia seca a otra lluvia, todo río ahoga a otro río”.
El problema de esta respuesta es que no sé quién de mi sueño pudo haberla emitido, o la persona dueña de la sombra, o la soledad de Marduk, o Marduk mismo. Quizá fueron los tres…