Competidores
Íbamos de la mano, caminando rumbo al laberinto. La búsqueda. Él me miraba, yo miraba como él me miraba. De nuevo esa sensación de vacío. Me aferraba a su mano y caía mi cuerpo y mi mano seguía ahí, con él. Era la única parte de mi cuerpo unida a un punto fijo. Algo me decía estar viva. Algo que hablaba de algo, no un sentimiento de amor, no, ni siquiera de deseo, sino de derrota. Creo que eso nos unía y hacía parecer iguales.
Se ponía mis tacones y mi sombrero, yo le imitaba con la bufanda y la chaqueta. En ese espacio liberado vivía el secreto de lo nuestro. Lo que nos hacía estar juntos. Con cara de extranjeros, de mirar para un lado, de mirarnos, ni siquiera para adelante o atrás. En ese entonces era él, con sus piedrecillas de colores en el bolsillo, sus arcoiris de sol y lluvia, el boleto para el cine y la escapada del colegio. La lectura en el café. Los chocolates. Un nuevo libro. La pérdida de algo. Lo obvio. La angustia de estar y no estar. Todo junto y mezclado. Bricolaje de melodrama y discurso del color. Los relojes que atrasan. Caminamos rumbo al laberinto, tomados de la mano, fijos a una sutil cuerda de derrota, sin emoción, ni recuerdos. Él me mira, yo miro su mirada. Reconocemos los miedos. No entremos ahí, le pido, no subamos a la montaña rusa, sin darme cuenta que estábamos tanto en ella, como en el tren fantasma. No entremos ahí, y él se ríe de mi fragilidad. Sin saber que siempre yo contenía sus solapados temores. Nuestro esfuerzo por imponer en el otro los puntos de vista para terminar otra vez derrotados una vez más. Somos dichosos. Un juego de palabras. El rompecabezas para armar. El interminable dialogo de los porqués. Mi trampa cuando se retira.
Los relojes que adelantan. Otra vez el juego de disfraces. El trabalenguas. Los temas agotados. Siempre los mismos tópicos... El amor; Dios; la muerte. Dialogo de conejos. Seguimos de la mano sobre la corteza del desasosiego. No creemos creer en el amor, esa sensacion de que Dios nos ha abandonado. La pronta certeza de las manos. Los vertices y las nubes.Las arrugas.
El me mira, yo miro como me mira. La muerte nos espera, seguimos de la mano,
el final laberinto...
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