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Competidores

Íbamos de la mano, caminando rumbo al laberinto. La búsqueda. Él me miraba, yo miraba como él me miraba. De nuevo esa sensación de vacío. Me aferraba a su mano y caía mi cuerpo y mi mano seguía ahí, con él. Era la única parte de mi cuerpo unida a un punto fijo. Algo me decía estar viva. Algo que hablaba de algo, no un sentimiento de amor, no, ni siquiera de deseo, sino de derrota. Creo que eso nos unía y hacía parecer iguales.
Se ponía mis tacones y mi sombrero, yo le imitaba con la bufanda y la chaqueta. En ese espacio liberado vivía el secreto de lo nuestro. Lo que nos hacía estar juntos. Con cara de extranjeros, de mirar para un lado, de mirarnos, ni siquiera para adelante o atrás. En ese entonces era él, con sus piedrecillas de colores en el bolsillo, sus arcoiris de sol y lluvia, el boleto para el cine y la escapada del colegio. La lectura en el café. Los chocolates. Un nuevo libro. La pérdida de algo. Lo obvio. La angustia de estar y no estar. Todo junto y mezclado. Bricolaje de melodrama y discurso del color. Los relojes que atrasan. Caminamos rumbo al laberinto, tomados de la mano, fijos a una sutil cuerda de derrota, sin emoción, ni recuerdos. Él me mira, yo miro su mirada. Reconocemos los miedos. No entremos ahí, le pido, no subamos a la montaña rusa, sin darme cuenta que estábamos tanto en ella, como en el tren fantasma. No entremos ahí, y él se ríe de mi fragilidad. Sin saber que siempre yo contenía sus solapados temores. Nuestro esfuerzo por imponer en el otro los puntos de vista para terminar otra vez derrotados una vez más. Somos dichosos. Un juego de palabras. El rompecabezas para armar. El interminable dialogo de los porqués. Mi trampa cuando se retira.
Los relojes que adelantan. Otra vez el juego de disfraces. El trabalenguas. Los temas agotados. Siempre los mismos tópicos... El amor; Dios; la muerte. Dialogo de conejos. Seguimos de la mano sobre la corteza del desasosiego. No creemos creer en el amor, esa sensacion de que Dios nos ha abandonado. La pronta certeza de las manos. Los vertices y las nubes.Las arrugas.
El me mira, yo miro como me mira. La muerte nos espera, seguimos de la mano,
el final laberinto...

Texto agregado el 21-01-2008, y leído por 221 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-01-2008 Amarse es estar uno al lado del otro mirándose, entendiéndose aunque no se hable de nada importante, solo sintiéndolo y dejando pasr el tiempo juntos... Pero saber que otro está hó con nosotros. Muy bonito!!! shakibatt
26-01-2008 "Seguimos de la mano sobre la corteza del desasosiego" Brillante expresión que me atrapa, que me suena a poesía, que resume toda esta historia de vida que sabe a laberinto, a ganas de salir corriendo y jamás se pudo. Una imagen de la vida toda al lado de un otro que ha de sentir en foma similar sus pasos...Todo un dejar ir en bella forma, us plabras bien estructuradas con ese toque e magia que permite al lector deleitarse y quedarse en tus letras. Estrellas vienen volando. FaTaMoRgAnA
24-01-2008 Un texto que acerca cierta desolación a la memoria, que asimila camino a laberinto.Una mirada sobria, pero incompleta.Falta, por ejemplo, la alegría. naju
22-01-2008 Una prosa llena de metáforas, que la hacen parecer un tanto subrealista como dijo 'on-line'. Una historia de compañía desde la adolescencia a la madurez. Me ha encantado. Un cálido abrazo. damage_me
22-01-2008 Un poco desconcertante... pero quizás es así el amorpara algunos, un "diálogo de conejos", los disfraces, la caída y el sostén... para reflexionar. Me ha gustado mucho. un abrazo y estrellas... neus_de_juan
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