Aún me huelen las manos a tu sexo que anoche vino a hacerme suya en la madrugada.

Aún vibran mis entrañas cuando recuerdan tu pasión hincándoseme dentro y atravesándome medio cuerpo.

Aún sonrío entre legañas y ronrroneos... y me oigo susurrándote que el sonido quebrador de la cerradura de mi puerta evoluciona a melodía embelesadora cuando eres tú quién la abre sin previo aviso en la noche, que el caer sigiloso de tu ropa suena a caricia en el aire y que tus pies en puntillas, al roce con el suelo, se sienten como un animal hambriento, acechándome hasta darme caza.

Aún mi cuerpo huele a tu esencia y se niega a desprenderse de ella.

Esta mañana me aferré a tu pecho hasta el último segundo posible, pues cuando el primer pájaro canta, mi despertador dicta sentencia y he de resignarme a sufrir un poquito de tu ausencia...
...pero sólo un poco de ella, que sé que en menos de un par de horas volveré a la embriaguez de tu presencia, a la realidad de tu cuerpo en mi cama, al olor de sexo y caricias en mis sábanas...

Y es que mis manos y mi entero cuerpo aún huelen al éxtasis de tus entrañas... y yo para no perder la fragancia, intento no tocar nada... no tocar nada.