La casa de la muerte
"La pena de muerte tiene que ver
con la venganza, no con la justicia".
Amnistía Internacional
Comienzo a imaginar el momento. La estática silla que me tendrá amarrado de pies y manos. La esponja mojada, que acelerará la ejecución, chorreando sobre mi cabeza. Los electrodos húmedos de cobre, en su recorrido de muerte, abrazados a mi piel oscura. La mirada bobina del hombre que accionará aquel tablero insignificante y cruel. El momento de silencio, que en estos casos será de rigor, y que dilatará mirada de horror del involuntario testigo hasta el final.
Al recibir las primeras descargas trataré, en vano, de liberarme de mis ataduras. La creciente electrocución comenzará a quemar cada uno de mis órganos vitales. Mi cuerpo irá, paulatinamente, cambiando de color. Mi carne comenzará a hincharse, tal vez a arder; a causa del calor atroz de las descargas finales. Entonces, involuntariamente, vomitaré sangre a borbotones. Antes de morir, ya en el climax de la agonía , me orinaré y me cagaré mis pantalones.
Después que todo termine, el forense sentenciará: “muerte por paro cardio-respiratorio”; pese a que, aún, habrá en el aire un tibio hedor a carne chamuscada.
Esas serán, quizás, las últimas imágenes que guarde en mi viviente memoria. Luego todo pasará a ser parte de la nada. Esta podrá ser una nada absolutamente pacífica, o una nada infernal, absolutamente infernal; ambas, se me hace que son idénticas en casi todo. Quizás la única diferencia sea que a una nada irán solo los justos. Mientras que la otra recibirá, solamente, a aquellos que, por ley Divina, sean pecadores.
Y todos aquellos que no sean justos ni pecadores, o que no crean en esta infinitud de naderías, se pudrirán en la profundidad de un rústico cajón de madero, dos metros bajo tierra, para convertirse en polvo y cenizas; que es la manifestación que los ateos hacen de la eternidad.
¿Conocen la paradoja de un condenado a muerte…?
¿Cómo se puede decir, en nombre de la justicia, que es delito y pecado matar al projimo, cuando, ellos mismos, hoy van a matarme…?
Por los pasillos del Penal se escucha el rumoroso caminar de aquello que imaginé sucedería. Siento que ya vienen a buscarme. Debo dejar de escribir.
Muy pronto todas mis angustias, finalmente... serán liberadas.
GAZULO®
NOVIEMBRE 2003
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